Hacia una alimentación local y sostenible: las ciudades se replantean su futuro

Mientras las grandes ciudades siguen dependiendo en buena medida de los alimentos importados, la cuestión de la autosuficiencia local es cada vez más urgente. En diversos países de Europa están surgiendo iniciativas con sistemas alimentarios más locales, innovadores y sostenibles, que remodelan los paisajes urbanos y abren la puerta a comunidades más resilientes y adaptables.

La región de Île-de-France es el motor económico de Francia. A pesar de su tamaño, población e influencia, encierra una verdad incómoda: solo es autosuficiente en lechuga. Según un estudio realizado en 2019 por la consultora Utopies, la autosuficiencia alimentaria global de la región es de apenas un 1,3%, lo que significa que solo una mínima parte de los alimentos consumidos se produce localmente.

Una evaluación medioambiental más amplia de las políticas alimentarias locales en Francia sitúa la autonomía alimentaria media de las principales ciudades francesas en tan solo el 2%, con algunas zonas urbanas gestionando tan solo el 0,2%.

Este patrón se refleja en toda Europa, donde la capacidad de las ciudades para cultivar una parte significativa de sus alimentos, dentro o cerca de sus fronteras, es lamentablemente insuficiente y se descuida en gran medida, creando vulnerabilidades tanto ambientales como económicas.

Las consecuencias de este déficit van más allá de la mera seguridad alimentaria. El coste medioambiental del transporte de alimentos a larga distancia, a menudo con los mismos productos atravesando países enteros en camión, es enorme. También afecta profundamente a la cohesión social, cortando la conexión entre quienes producen los alimentos y quienes los consumen.

Anna Davies, autora de un informe de la FAO sobre iniciativas para compartir alimentos publicado en 2019, destacó los «defectos de los sistemas alimentarios dominados por intereses comerciales» y reclamó una mayor «democracia alimentaria urbana».

Esta crítica pone de relieve un problema mayor: las grietas en nuestro actual sistema alimentario. Caracterizado por la agricultura intensiva a gran escala, estas son cada vez más evidentes e insostenibles. La pregunta entonces es:¿pueden nuestras ciudades encontrar una forma de alimentarse que sea eficaz y sostenible, y que, a su vez, apoye a las comunidades locales y reduzca el impacto medioambiental?

Este es un desafío de enormes proporciones, pero la historia ofrece cierta inspiración. La agricultura urbana, en particular la horticultura, tiene raíces profundas en muchas culturas y comunidades. En París, por ejemplo, la agricultura urbana intensiva se remonta al siglo XII. Lo que comenzó en los pantanos secos de la ciudad evolucionó hasta convertirse en un sistema muy productivo conocido como «cultivo perpetuo», que maximizaba el rendimiento mediante la superposición de cultivos y garantizaba que ninguna parcela quedara en barbecho.

Este método, que respondía a una necesidad concreta, podía producir hasta 25 kg de hortalizas por metro cuadrado y se utilizó mucho más allá de París. Este ejemplo destaca cómo la agricultura urbana puede adaptarse a las necesidades de las grandes ciudades y responder creativamente a los desafíos del abastecimiento.

Si aprovechan el conocimiento local y se adaptan a las necesidades modernas, los centros urbanos pueden desempeñar un papel clave en la lucha contra la escasez de alimentos, como ya se ha demostrado en el pasado.

Actualmente este espíritu innovador resurge a través de las granjas urbanas, los huertos comunitarios, la agricultura vertical y los mercados locales, que prosperan y  se multiplican por toda Europa. En Milán, el proyecto OpenAgri está transformando polígonos industriales en desuso en granjas urbanas, creando puestos de trabajo y suministrando productos frescos a los mercados locales. 

En Copenhague, los residentes participan activamente en el supermercado cooperativo FoodCoopCPH, donde pueden comprar productos de temporada cultivados a pocos kilómetros, al mismo tiempo que desempeñan un papel activo en la gestión de la tienda.

Christian Têtedoie, chef en Lyon con una estrella Michelin y defensor de los ingredientes de origen local, ha desarrollado una aplicación llamada «mesproducteursmescuisiniers», que conecta directamente a chefs, agricultores y consumidores.

Los beneficios de relocalizar los sistemas alimentarios van mucho más allá de garantizar el abastecimiento: reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, preservan las tierras agrícolas periurbanas, crean empleos no externalizables y fomentan lazos sociales más fuertes a través de iniciativas colectivas.

Además, este cambio hacia los sistemas alimentarios a escala local puede revitalizar las economías de proximidad. Los mercados de agricultores, las granjas urbanas y los programas de agricultura comunitaria estimulan el espíritu empresarial y la actividad económica local, además de proporcionar productos frescos.

Estas iniciativas ayudan a revitalizar zonas abandonadas y regenarar sus comunidades, crear barrios interconectados y fortalecer los lazos entre vecinos donde la gente se siente más comprometida con su entorno. Por lo tanto, el impacto de estas iniciativas tiene un efecto dominó que mejora la calidad de vida en las áreas urbanas.

No obstante, el sueño de la autosuficiencia alimentaria total en las grandes ciudades sigue siendo solo eso: un sueño. Las limitaciones de espacio, la diversidad de necesidades dietéticas y la gama limitada de cultivos que pueden cultivarse localmente son obstáculos importantes. 

Sin embargo, estos ejemplos demuestran que la autonomía alimentaria urbana ya no es sólo un concepto de nicho, sino un movimiento impulsado por ciudadanos comprometidos, iniciativas de base y políticas con visión de futuro. Como señalaba la Agencia Europea de Medio Ambiente en un informe de 2022: «La innovación social es clave para transformar los sistemas alimentarios actuales en modelos económica y socialmente sostenibles dentro de los límites planetarios». 

Repensando nuestra forma de abordar la alimentación y respaldando las iniciativas locales, podemos contribuir a crear ciudades más ecológicas, resilientes y conectadas. Laure de Biasi, responsable de proyectos de alimentación sostenible en la Agencia Regional de la Energía y el Clima de Île-de-France (AREC), confirma: «Trabajar en sistemas alimentarios sostenibles nos demuestra que las ciudades concentran tanto los problemas como las soluciones. Durante décadas, la expansión urbana se ha comido las tierras fértiles, pero hoy las ciudades y la agricultura vuelven a encontrar un terreno común». 

El camino hacia la autosuficiencia alimentaria urbana puede ser largo, pero ya se están plantando las semillas del cambio. Con el apoyo adecuado, pronto podrían florecer como una nueva forma de vivir en nuestros ciudades, donde la sostenibilidad se convierta en la base del crecimiento urbano y el bienestar de la comunidad.

Artículo escrito por Thibaut Schepman.

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