Cada vez son más frecuentes las personas que sufren en su día a día intolerancias a ciertos alimentos, alteraciones digestivas como hinchazón, exceso de gases pululando por la barriga, estreñimiento, diarrea, dolores abdominales, e incluso reflujo y ardor. Por otro lado, se incrementan las enfermedades autoinmunes, alteraciones hormonales, migrañas, dermatitis… ¿por qué?
Son situaciones que limitan nuestra calidad de vida y que lejos de la realidad, no son normales aunque al ser tan frecuentes, lo estamos interiorizando como tal. Y no, de verdad, no lo son. Y sí, si tienen solución. ¿Por qué cada vez es más habitual sufrir estas sintomatologías? En mi opinión por varias razones. Para empezar, por la mala alimentación y el estrés de nuestros días.
Solucionar la segunda es fácil en la teoría y muy complejo en la práctica. Vivimos sometidos a presiones y autoexigencias laborales y personales constantemente, a pensar en el futuro más que en el presente y a no llegar a todo. Y es totalmente normal no llegar a todo, pero la realidad es que vivimos constantemente en ese estado de alerta y convivimos con ese nudo en la garganta, esa presión en el estómago, esas nauseas de más y de menos y ese ahora voy suelta al baño, ahora tengo un estreñimiento de caballo. Sabéis de qué hablo, ¿verdad?
La relación entre la salud intestinal y la emocional es una, y así lo asociamos desde hace ya unos años. Mientras que antes se consideraba al intestino como el “órgano feo que se encargaba de hacer caca”, ahora gana adeptos y es considerado el rey del mambo de la salud, y es que la mayor parte de las enfermedades tienen su origen en un intestino alterado, y ya os podéis imaginar el papel de la alimentación saludable en este punto. Pero, al margen de la alimentación y el estrés, ¿por qué se altera el intestino?
Alteración de las uniones entre las células del intestino
Imaginemos que el intestino está formado por una tela impermeable que impide el paso de sustancias nocivas a la sangre. Básicamente actúa como el portero en una discoteca. Deja entrar a los nutrientes y frena el paso a bacterias, tóxicos, y otras sustancias que no interesan. Ahora imaginemos ese portero de discoteca débil, con heridas, sin fuerzas… ¿sería tan exigente con el filtro del “tú sí, tú no”? Obviamente no, y esto es lo que pasa en nuestro intestino. Cuando hablamos de intestinos agujereados, o permeables, hablamos de esto. Las células que forman parte del intestino dejan de hacer fuerza y permiten el paso a la fiesta de la sangre sin selección. A raíz de esto, el sistema inmune, obviamente pide explicaciones y es entonces cuando se desencadenan alergias, intolerancias, dermatitis, dolores articulares… porque insisto, todo nace a nivel intestinal.
Alteración de la microbiota
La microbiota son los microorganismos que viven con nosotros. Hablamos de microbiota intestinal para referirnos a los “bichitos” que viven en nuestro intestino. Cuando hay muchos más microorganismos de lo normal, o muchos menos, o la proporción entre especies está alterada, hablamos de disbiosis. Por ejemplo, uno de los factores que más afectan a la disbiosis es el uso de antibióticos y antiácidos como el omeoprazol. En el primer caso, aniquilan la flora intestinal, tanto el microorganismo que está produciendo la infección por la cual se consume el antibiótico, como el resto de microorganismos que no tienen culpa de nada, creándose un desequilibrio entre especies. En el segundo caso, al alcalinizar el pH del estómago, pierde su eficacia de impedir el paso de microorganismos no interesantes. Piénsalo un momento. El estómago es una barrera muy importante para el paso de patógenos, precisamente por eso, porque su ácido se encarga de impedir el paso de lo que no nos interesa, sin embargo, si tomamos fármacos para disminuir esa acidez, estamos abriendo la puerta del castillo al caballo de Troya, y es que una vez más, no se trata de poner parches a síntomas como la acidez, tomando una pastilla, si no de buscar el foco y el origen de esa acidez, que por cierto, es común que se produzca por estrés o por estreñimiento crónico.
El exceso de higiene también afecta a la microbiota. Eliminamos un tipo de microorganismos, pero favorecemos la población de otros. No quiero decir con esto que no debamos tener higiene, pero ojo a desinfectar todo y consumir todo esterilizado.
Lo que tenemos que tener bien claro, es que todo lo que nos afecta a nosotros, afecta a la microbiota:
Y centrándome un pelín en la última, debemos tener en cuenta que la evolución en este sentido es clave, y el sentido común también. Y no hablo de paleodietas o modas actuales, hablo de nuestra evolución como especie. Nuestra microbiota ha vivido con nosotros siempre, somos uno. Hemos pasado en muy pocos años de una alimentación basada en alimentos naturales y sin procesar a comer comestibles procesados y alimentos de baja calidad, llenos de tóxicos, antibióticos, pesticidas… ¿creéis que esto es manjar para nuestra flora? No, no lo es. Normal que nos pida explicaciones, entonces.
Sin entrar en qué es mejor o peor, ¿qué pasaría si modificásemos poco a poco nuestro patrón de alimentación occidental por una alimentación basada en lo que la tierra nos ofrece? Y sí, obviamente el hecho de comer de huerto, cuanto más natural, mejor, y comer productos animales (si así se decide), de calidad, tienen mucho que decir.
Pero para ello, hablaremos en el próximo post. ¿Te vienes?
Artículo escrito por Victoria Fagúndez Rodríguez, Dietista – Nutricionista. Podéis seguir a Victoria en su página de Facebook e Instagram
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