Ayer por la mañana, vi cerdos. Cerdos al aire libre, en una granja en Solsona. Corrían, dormían a la sombra de un manzano, comían… como hacen los cerdos. Sus criadores ponen dedicación y cariño en lo que hacen. Son una pareja joven, que cuidan a 50 madres en ciclo cerrado: se albergan las madres y todas sus crías hasta el final del engorde. Son una de las pocas granjas certificadas de producción ecológica en Catalunya. Otro ejemplo, todavía en transición ecológica, pero que fomenta el bienestar animal produciendo de forma natural y artesana, la encontramos en una granja en la provincia de Valladolid.
Dpagès, la otra cara de la moneda
Han sido los protagonistas desde el reportaje Salvados Granjas del 4 de febrero, por hacer las cosas bien. Su ejemplo de granja ecológica de cerdos y su reflexión en cuanto a la manera de producir, han abierto el debate sobre qué tipo de carne comemos.
“Entendemos por qué no hay cerdo ecológico. Cuesta muchísimo. Es un salto muy importante en cuanto a sistema de trabajo, a ritmo productivo (…) Lo que nos encontramos muchas veces es que la gente se alarma cuando decimos cuánto cuesta nuestro cerdo. Lo que quizás no saben es que es muchísimo más caro de producir, y por otra parte, quizás nos tendríamos que plantear por qué lo convencional es tan barato”.
Su granja esta totalmente abierta al exterior, así que los animales gozan de libertad de movimiento en todas las fases. Incluso las cerdas paren en libertad, lo que les permite desarrollar las conductas naturales mas innatas. “Es emocionante ver cómo una cerda se prepara para parir… ¡Durante horas prepara el nido con paja para la llegada de los pequeños! A nivel hormonal, poder realizar este conjunto de rituales tan instintivos y tan naturales es la mejor forma de permitirles ser ellos mismos”, comenta Marta.
La alimentación de los animales se hace con harina de cereales ecológicos que se complementa con forraje ecológico certificado. Los lechones se alimentan de leche de sus madres durante un mes y medio, hecho que favorece enormemente el buen desarrollo inmunitario del pequeño y lo convierte en un animal fuerte y saludable.
Además, su forma de producir también favorece el medio ambiente: son producciones lentas, con impactos menores a nivel ambiental, hecho que favorece la producción agraria ecológica, con la aportación de materia orgánica de calidad para abonar los cultivos.
Una curiosidad: son los únicos en Catalunya que trabajan con el cerdo Gascón, que es una raza rústica, de la familia de los ibéricos, y que actualmente se encuentra en peligro de extinción; se encuentran unos pocos núcleos en la región Midi-Pyrénées, en Francia. Es un cerdo de capa negra, con un ligero pelaje que lo diferencia de las otras razas. .
Dpagès y Embutidos Valdezate son sin duda dos ejemplos, que aunque con sus particularidades propias de producción, sí tienen unos valores fundamentales en común: bienestar animal, calidad y seguridad alimentaria, sostenibilidad… Si comes carne, consumir de este tipo significa también estar comprometido con el productor; contribuir a que una pequeña explotación, generalmente familiar, pueda desarrollar una actividad rural, que genera riqueza directamente en el territorio donde se desarrolla, y que permite el mantenimiento de las poblaciones rurales y de la conservación del territorio.
2 experiencias sin duda muy diferentes a las que vimos en televisión:
Anoche, vi cerdos. Cerdos en la televisión. Cerdos muy grandes apilados sobre rejillas de hormigón. Cerdos llenos de úlceras y malformaciones. Animales que ni siquiera saben si es invierno porque se pasan todo el día encerrados. Animales que son tratadas con hormonas y antibióticos y que se mutilan para limitar su agresividad. Bestias que se cortan en jamón en cubitos con potenciadores de sabor. Bestias que cuestan unos pocos centavos por kilo. Bestias que no alimentan nada.
¿Tú con cuáles te quedas? #otroconsumoesposible
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