La conexión entre personas es lo que nos mueve. Si algo tiene la economía colaborativa es devolver a la sociedad las dos palabras clave que nos permitieron evolucionar como humanos: la colaboración y la confianza. En una sociedad en la que se había impuesto la competitividad como opción única, la economía colaborativa recupera este legado con mirada valiente y abierta al futuro que aspira a diseñar sociedades más justas.
Colaborar fue una decisión que tomaron nuestros antepasados hace un par de millones de años porque entendieron que era posible vivir mejor en grupo que individualmente. Y cuando colaboraban con otros individuos podían relacionarse y acceder a redes de intercambio, comerciar con bienes y en definitiva, evolucionar juntos.
Puedes compartir sin esperar nada a cambio o esperando alguna reciprocidad directa o indirecta. Y aquí es donde entra en juego de nuevo la identidad social. Saber que pertenecemos al mismo grupo me ayuda a confiar que lo mejor para el otro, también será lo mejor para mi porque en definitiva: colaborar es lo mejor para todos.
Hoy en día, las tecnologías digitales sustituyen la colaboración tradicional de la misma manera que la máquina de vapor hizo prescindible gran parte de la fuerza muscular. Pero, ¿podemos utilizar la revolución digital en favor de un reparto más justo de la riqueza?
Esta revolución en la productividad se podría considerar una buena noticia porque podremos empezar a compartir bienes infrautilizados. Además, la tecnología y los datos disponibles nos permiten optimizar mucho mejor los recursos escasos del planeta y detenernos a pensar hacia dónde queremos que camine la humanidad. Pero frente a mi optimismo, una demoledora realidad se impone, y parece que no hay ninguna garantía de que este aumento de riqueza mundial sea repartida entre todos los habitantes del planeta a través de plataformas que parecen obviar un criterio mínimo de justicia social.
Hay un riesgo muy real de que la propiedad de empresas, productos y servicios se reduzca a un grupo pequeño de personas y que gran parte de la población se quede sin opciones para generar y obtener ingresos. ¿Repiten las plataformas vinculadas a la economía colaborativa el mismo modelo de las grandes corporaciones tradicionales?
Las nuevas plataformas de colaboración
Estamos en plena transformación hacia la sociedad del siglo XXI, y el reto está aún abierto: o bien empezamos a generar más riqueza compartida o, al contrario, seguimos apostando por un aumento de la desigualdad.
Nos encontramos ante el auge de nuevas propuestas relacionadas con la economía social y solidaria que nos obliga a detenernos a reflexionar sobre el vínculo entre economía, sociedad y democracia dentro y fuera de las organizaciones. Debemos ser críticos con un escenario dominado por unas pocas corporaciones «unicornio» a las que muchos consideran una perspectiva más de la propuesta neocapitalista.
La economía colaborativa, al igual que las otras, comienza a vislumbrar ciertas amenazas y peligros. En lugar de apostar siempre por ellas, las comunidades conscientes y comprometidas, somos las responsables de apostar por alternativas en todos los sectores. En nuestra mano está el hacer crecer a aquellas empresas más socialmente responsables, más sostenibles y más transparentes.
Como señalaban Scholz y Schneider en Ours to hack and to own, la tecnología debería constituir una oportunidad de generar mayor impacto social y económico. A su vez, las modernas plataformas digitales pueden inspirarse en el movimiento cooperativo, basado en la democracia y la autogestión. Estas nuevas estructuras tecnológicas pueden incorporar sus valores y trabajar en apoyo de las economías locales.
Este posicionamiento es lo que me hace sentir admiración y esperanza respecto al surgimiento de este movimiento. La esperanza en un modelo económico alternativo, de menor impacto medioambiental y que favorece incluso las relaciones humanas.
El sistema nos da la oportunidad de dejar de ser sólo consumidores y subir de escalón: ser prosumidores, micromecenas, ciudadanos productores y activistas Creemos que la participación y empoderamiento del ciudadano como productor de valor resolverá muchos de los complejos desafíos que enfrenta el mundo.
Nos encontramos en un momento decisivo donde no será fácil la transición hacia una economía colaborativa justa, abierta y de confianza aunque estoy convencida de que la próxima disrupción será ética o no será. Sólo juntos, compartiendo también este reto, lo conseguiremos.
Escrito por: Diseñosocial.org
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