Menjamiques no es solo un proyecto alimentario; es una propuesta que desafía el modelo tradicional de producción de alimentos y promueve una conexión profunda con la tierra. Fundado por Clara Martin Riu, este proyecto surge de su experiencia personal con la intolerancia alimentaria y de su pasión por un sistema agroalimentario más justo, sostenible y respetuoso con el medioambiente, los agricultores locales y la salud de las personas. Menjamiques se ha convertido en una alternativa real que cuestiona a las grandes industrias alimentarias y apuesta por recuperar alimentos olvidados que pueden transformar nuestra manera de comer.
De la crisis a la creación de un proyecto agroecológico
Clara comenzó su camino empresarial en un momento de cambio personal. Tras perder su empleo debido a la crisis, decidió reconectar con sus raíces familiares, ya que sus bisabuelos eran campesinos. Esta búsqueda de conexión con la tierra la llevó a participar en proyectos de voluntariado agrícola y a estudiar producción agroecológica en Reus. Sus propias intolerancias alimentarias la impulsaron a crear cremas de algarroba como alternativa alimentaria.
Poco a poco, vio la posibilidad de transformar esta pasión en un negocio viable a partir de un proyecto universitario, lanzando su primer producto en una feria local y estableciéndose en un obrador compartido. El proyecto ha ido creciendo, creando una red de colaboración con otros productores locales y formando parte de la cooperativa La Brostada, con el objetivo de promover la autosuficiencia y la cooperación entre pequeños productores y elaboradores.
Clara se identifica con esta terminología y la reivindica: “Creo que este oficio, el de elaborador, no está nada reconocido. Estamos entre los agricultores y los productores, pero somos el sector invisible que hace que la algarroba pueda llegar a un plato. Me gusta reivindicarlo porque, si no, se perderían muchas cosas.”
Recuperando alimentos tradicionales para un futuro sostenible
Menjamiques nació con la algarroba, un fruto que se ha convertido en el emblema de la marca. Pero su propuesta va más allá de la divulgación: también se dedican a la creación de productos que integren estos alimentos de manera fácil y accesible en la dieta cotidiana de los consumidores.
Clara apuesta por la algarroba como sustituto del cacao, ya que, como explica, el cacao tiene un alto coste ambiental, como la deforestación masiva y la pérdida de biodiversidad derivada de los monocultivos. En cambio, la algarroba contribuye al mantenimiento del mosaico agroalimentario de la llanura de secano de Cataluña, favoreciendo la diversidad agrícola y ayudando a prevenir la deforestación. Además, es más resistente a la sequía, una característica clave ante los efectos del cambio climático.
Nutricionalmente, la algarroba ofrece diversos beneficios. Tiene un efecto relajante y puede ayudar a reducir la ansiedad, siendo una alternativa más saludable al cacao, que contiene componentes estimulantes. “Siempre digo que, si comiéramos más algarroba, probablemente seríamos más felices”, defiende Clara.
La importancia de la soberanía alimentaria y la cooperación entre productores
Uno de los pilares fundamentales de Menjamiques es la defensa de la soberanía alimentaria, que implica la capacidad de decidir cómo producimos y consumimos nuestros alimentos. Clara reivindica la necesidad de recuperar el control de los sistemas alimentarios locales para proteger el paisaje, la biodiversidad y la salud del territorio. El objetivo es evitar que las tierras fértiles sean ocupadas por naves industriales y garantizar que los alimentos que consumimos sean producidos de manera sostenible y justa.
“La Conca Litoral es el segundo productor mundial de algarroba, ¿cómo puede ser que los segundos productores mundiales de algarroba no tengan más molinos?”, se pregunta. Hasta finales del año pasado, en Cataluña no existía ningún molino para la algarroba, y en todo el Estado solo había tres. Esta falta de infraestructuras suponía que los agricultores tuvieran que depender de intermediarios y exportar el producto sin valor añadido.
Menjamiques también apuesta por la cooperación entre pequeños productores y elaboradores, creando una red de colaboración que permite compartir recursos e infraestructuras. Un ejemplo de esta dinámica es su colaboración con la Cooperativa Agrícola de Bràfim, un hecho que, según Clara Martin, “nunca se había dado antes”. Esta cooperativa, tradicionalmente formada por agricultores de edad avanzada, ha experimentado un relevo generacional gracias a proyectos como La Brostada. Esto ha permitido dinamizar el sector y evitar que muchas tierras quedaran abandonadas por falta de continuidad. “Estamos demostrando que hay otra manera de hacer las cosas, uniendo la experiencia de los campesinos veteranos con las nuevas perspectivas y energías de los jóvenes”, destaca Clara Martin.
Con estos cambios, no solo se está revalorizando la algarroba como alternativa sostenible, sino que también se garantiza que la producción se mantenga en manos de quienes la trabajan, asegurando un futuro más justo y resiliente para el sector.
El papel de los consumidores concienciados: Un cambio de mentalidad necesario
Para garantizar la sostenibilidad de Menjamiques a largo plazo, Clara subraya la importancia de contar con un apoyo activo por parte de la sociedad. El proyecto va más allá de la simple creación de espacios de transparencia, como ¡La Colmena Que Dice Sí!, donde productores y consumidores concienciados pueden conectar.
En este sentido, destaca la influencia del libro “El detective en el supermercado” de Michael Pollan, que propone un cambio de hábitos alimentarios a través de la reflexión sobre quién está detrás de cada producto que consumimos. Pollan anima a aplicar este mismo enfoque a todos los ámbitos de consumo. “¿Y esto quién lo ha hecho?”, es la pregunta que la hija de Clara hace cada día, convirtiéndose en un reflejo de una conciencia que Menjamiques promueve en cada acción.
Menjamiques es, en definitiva, una respuesta a la necesidad urgente de revisar nuestros sistemas alimentarios y reconectar con nuestros orígenes agrícolas. A través de un proyecto que se fundamenta en la cooperación, la sostenibilidad y el respeto por el medioambiente, su labor es un ejemplo claro de cómo las alternativas locales pueden ofrecer soluciones tangibles a los retos sociales y ambientales que enfrentamos, abriendo la puerta a un futuro más justo, saludable y sostenible para todos.
Autora: Cristina Arroyo
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