Nada anuncia mejor la llegada del otoño que una colorida muestra de calabazas de todas las formas y tamaños. Con sus tonos intensos y su textura firme, son tan espectaculares en el plato como en el campo.
La calabaza pertenece a la familia de las cucurbitáceas, que cuenta con más de 800 especies, aunque sólo unas 100 se cultivan comúnmente para consumo. Originarias de Centroamérica, se cultivan desde hace más de 10.000 años. A lo largo de los milenios, la calabaza se ha cultivado en todo el mundo, adaptándose a los distintos climas y tradiciones regionales, lo que ha dado lugar a la gran variedad que conocemos hoy. En el siglo XVI, las semillas de calabaza llegaron a Europa, donde comenzó su cultivo.
Con el tiempo, se clasificaron en dos grandes grupos: las de verano, con piel fina y sabor suave, y las de invierno, de piel gruesa y dura, carne más dulce y mayor duración.
Con tantas variedades, la calabaza es increíblemente versátil: asada, al vapor, en puré o al horno, su carne dulce y ligeramente avellanada puede transformarse en sopas, guarniciones, alternativas a la pasta o incluso postres. Desde la pequeña y redonda Red Kuri hasta la alargada y cremosa Butternut, cada tipo aporta una textura y un sabor únicos.
Aquí tienes una guía completa para aprovechar al máximo este tesoro otoñal.
Calabaza Butternut
La más común. Tiene forma alargada y piel dura. Su carne anaranjada, una vez cocinada, ofrece un sabor dulce y ligeramente a nuez. Ideal para asar, freír o cocinar al vapor.
Red Kuri / Hokkaido
Más pequeña y redonda, con piel gruesa de color naranja intensa, es típica del invierno. Su carne cremosa y dulce recuerda al sabor de la castaña, perfecto para asados, sopas o purés.
Musquée de Provence (Calabaza de Provenza)
Famosa en el sur de Francia por su aspecto de cuento y su piel verdosa o marrón. Es una de las pocas variedades que se puede comer cruda, con un sabor dulce y textura un poco crujiente. Al asarla, su carne fina se carameliza de maravilla.
Kabocha
Una variedad Japonesa con piel verde oscura y carne densa y cruda, parecido al boniato. Ideal para guisos, cremas, o al horno.
Calabaza Spaghetti
Su carne se separa en hebras parecidas a los espaguetis. De sabor suave, combina con casi todo y es una excelente alternativa a la pasta en platos ligeros y llenos de verduras.
Cortar una calabaza puede parecer difícil, pero con algunos trucos se vuelve rápido y sencillo.
¡Lista para asar! A continuación encontrarás algunas recetas sencillas para inspirarte.
Nada de tirarlas. Las semillas se pueden aprovechar: lávalas, sécalas y mézclalas con tus especias favoritas (sal, pimienta, pimentón ahumado…) y un poco de aceite de oliva. Tuéstalas al horno o en la freidora de aire: quedan crujientes y adictivas.
Las pieles y restos se pueden compostar. Añádenos junto con otros restos vegetales y así reduces el desperdicio alimentario.
La mejor forma de sacar todo el sabor dulce y tostado de la calabaza es asarla al horno. Combina muy bien con otras verduras de raíz como zanahorias, boniato, o remolacha. Las hierbas como la salvia, el tomillo o el romero le van de maravilla. Y si te apetece un toque dulce, añade un chorrito de miel antes de hornear.
Para variar, puedes cocerla al vapor y triturarla con ajo, un poco de leche y mantequilla para una guarnición suave y reconfortante.
Aquí tienes dos recetas deliciosas para que la calabaza sea la protagonista de tu cocina este otoño.
Ingredientes:
Para las pipas tostadas:
Preparación:
Para las pipas tostadas: Tuesta las pipas en una sartén a fuego medio con la canela y la sal durante 3–5 minutos, removiendo hasta que se doren.
Para servir: Sirve la crema caliente con las pipas tostadas por encima y, si quieres, un poco de queso feta desmenuzado. Acompaña con pan rústico o una rebanada de masa madre.
Ingredientes:
Preparación:
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