Hacen falta ejemplos de que otra economía es posible, es real y lleva años conviviendo con nosotros. El emprendimiento social es una forma de hacer empresa más empática y consciente. Además de las ganancias económicas que reporta, tiene prácticas sociales o medioambientales que nos benefician a todos. Seguramente ya has oído hablar de ellas porque aunque hace años se trataban sólo de casos aislados, en los los últimos años ha crecido exponencialmente su número y las cifras económicas que manejan. También ha crecido la atención que prestan las distintas autoridades públicas a la economía social. Su posición dentro del Modelo Social Europeo va ganando reconocimiento cada año a pesar de que su figura aún no está reconocida en España. ¿Alguien entiende por qué?
No se trata de ilusos con la utópica idea de combinar una estructura empresarial con una actividad que beneficie al bien común. Su potencial se subestima a menudo pero la realidad estadística muestra que generan puestos de trabajo estables y una mayor resiliencia ante a la crisis que las que se ubican dentro de la economía general. Además de ello, dinamizan el resto de sectores ya que suelen ser iniciativas innovadoras que impulsan la inclusión social, las prácticas sostenibles y contribuyen a alcanzar los objetivos de la Estrategia Europa 2020.
De utopía a realidad: cifras de su impacto en Europa
La principal conclusión que puede extraerse de los últimos estudios realizados es que la economía social en Europa cada vez es más importante en términos humanos y económicos. Proporciona empleo remunerado a más de 14,5 millones de europeos, cerca del 6,5 % de la población ocupada de la Unión Europea y cerca del 7,4 % de la de los antiguos 15 Estados miembros. Y las cifras de empleabilidad son aun más reveladoras ya que en países como Suecia, Bélgica, Italia, Francia y los Países Bajos representa entre el 9 % y el 11,5 % de la población ocupada. Todas estas cifras subrayan el hecho de que se trata de una realidad que no deberíamos ignorar como sociedad ni como consumidores.
Si bien es verdad que la empresa social tiene un mayor recorrido en países como Estados Unidos o Chile, la empresa social no ha dejado de dar pasos también en Europa. Entre las modificaciones en las leyes existentes destacaríamos:
– La Ley de 2003 de Finlandia, Ley de 2004 de Lituania, Ley 118/2005 de Italia y Ley de 2011 de Eslovenia para empresas sociales
– La Ley de 2006 de Polonia y de Portugal para las cooperativas sociales.
– El Decreto 460/1997 de Italia las organizaciones no lucrativas de utilidad social
– Creación de la figura legal de la Community Interest Company (CIC), es decir, empresa de interés comunitario creada en Reino Unido.
España: el reto de alcanzar una figura legal adecuada
Seguro que muchos ya habréis llegado por vosotros mismos a esta conclusión: los datos que os hemos mostrado contrastan con la carencia de normativas a las que nos enfrentamos en España. Y tenéis toda la razón en estar preocupados ya que esta situación influye directamente en el desarrollo de la actividad en España.
Las iniciativas con un fin social, cultural o medioambiental disponen de varias figuras legales entre las cuales escoger y a menudo, cuesta elegir cuál es la más adecuada. Hasta ahora, muchas de ellas se planteaban constituir como asociaciones o fundaciones. Para saber qué es lo hace que un proyecto destinado al bien social se decante por ser empresa en lugar de ONG le hemos preguntado a Antonio Espinosa, Co-fundador y CEO de AUARA, un proyecto de venta de agua mineral que permite llevar agua a quien más lo necesita. Nos explicó porqué tampoco es fácil optar a ser fundación: “no podríamos acogernos a la fiscalidad especial, ya que es necesario ingresar más de un 40% a través de donaciones o subvenciones, y nuestros ingresos provienen de las ventas. También, los costes de arranque de una fundación son altos, el capital social requerido es de 30.000€ frente a los 3.000€ de una S.L. En general, no encontramos una figura jurídica que se adaptara muy bien a nuestro modelo de empresa social, así que constituimos una S.L. con unos estatutos y un pacto de socios especial”.
También pueden tomar la forma de cooperativas de varios tipos (de trabajo, de servicios, de consumo, etc), que es otro de los modelos adoptado por muchas iniciativas de la economía social. Esta es la opción elegida por iniciativas como Eticom, según nos explica Mercè Botella Mas: “decidimos ser cooperativa porqué es la fórmula jurídica que mejor representa nuestro propósito de reapropiarnos, como ciudadanos, de este ámbito de consumo”. Incluso como nos recuerda Claudia Pérez, de Koiki, “muchos proyectos de la economía colaborativa también buscan resolver o mejorar un problema social. Hoy en día las cosas están cambiando ya que la producción para las masas, está evolucionando hacia una producción por las masas”.
Estas figuras son útiles en muchos casos pero poseen una carencia esencial que les impide crecer: una figura que permita el acceso a una mayor entrada de capital para ser más competitivas. En otros países esto ya es una realidad y según datos de Eurosif (European Sustainable Investment Forum) de 2015, países como Holanda tenían invertidos alrededor de 8.000 millones de euros en activos de inversión en impacto social.
Javier Jiménez, director de la empresa de accesibilidad Aptent, “en nuestra caso somos sociedad limitada lo que nos ha impedido acceder a ayudas y convocatorias a las que sí acceden las asociaciones, por ejemplo. En la misma línea creemos que la fiscalidad y los impuestos de las empresas sociales deberían ser diferentes, sobre todo en los primeros años del emprendimiento. Otra idea sería que parte del impuesto de sociedades de todas las empresas se destinara a apoyar a nuevos emprendimientos sociales”.
Una de las propuestas más avanzada y que pone el foco en esta idea es la creación de una legislación que reconozca las necesidades del emprendedor social creando la fórmula legal de la Sociedad Limitada de Interés General. Esta es una de las propuestas que ha sido diseñada y defendida por asociaciones como UpSocial, cuyo objetivo es potenciar la Innovación Social y que junto a otras asociaciones y colectivo se han movilizado para que los organismos públicos empiecen a considerarlas.
La creación de la Sociedad Limitada de Interés General (S.L.I.G.) implicaría la creación de incentivos fiscales para los “inversores de impacto” y de un fondo para financiar el I+D+i social en España. Se trata de una figura basada en la Sociedad Limitada tradicional que aporten valor solucionando un problema social, cultural o medioambiental además de la creación de valor económico.
Alguien que conoce en primera persona este programa José Alfredo Martín, el cofundador y gerente de Apadrinaunolivo.org quienes optaron por constituirse como asociación: “en la actualidad este formato, nos penaliza a la hora de escalar el proyecto, puesto que limita la entrada de inversores y financiación bancaria. Todos los avales son responsables de forma solidaria la junta directiva de la Asociación, no existiendo una responsabilidad limitada como en las empresas sociales, lo que es un riesgo significativo”.
Pero como recuerda Matias Nso, creador de la herramienta de gestión de influencia kuorum.org: “la situación política actual dificulta el planteamiento de muchos debates que son necesarios. Y el del emprendimiento social no parece ser una prioridad. Pero por suerte se producen avances al margen de la regulación”.
Hasta la llegada de esta legislación, hay empresas que han optado por certificarse como B-Corps (empresas B). Para formar parte de esta comunidad debes cumplir unos altos estándares de transparencia, rendición de cuentas y de desempeño. Por ahora, estas empresas no obtienen ningún beneficio legal o fiscal pero estar certificado como B Corps te permite ofrecer compromiso de transparencia y buenas prácticas tanto a tus clientes como a las empresas y organismos que trabajan contigo.
La pionera, la primera en lograr esta certificación en nuestro país, fue Alma Natura. Según su fundador y CEO, Juanjo Manzano, “las empresas certificadas B Corporation son una comunidad de empresas que están apostando por redefinir el éxito en los negocios. Para formar parte de esta comunidad debes cumplir altos estándares de transparencia, rendición de cuentas y de desempeño. Estar certificado como B-Corps te permite salir de un mercado saturado ofreciendo una visión positiva y una nueva manera de hacer negocios. Las B-Corps son empresas que utilizan el poder de los negocios para resolver problemas sociales y ambientales”.
El éxito de este cambio de paradigma radica en entender que podemos ofrecer lo mejor del mundo de las ONGs y lo mejor del mundo de la empresa a mercados (en ocasiones) saturados donde esta hibridación da respuesta tangible. Por ejemplo en su caso: “AlmaNatura ayuda a fijar población rural, reactivando localidades” y este propósito se ha convertido en su principal foco donde ponen todos sus esfuerzos; “no nos dejamos distraer por ingredientes exclusivamente económicos” dice Juanjo Manzano. Y es que el movimiento de empresas B Corp se suman a todas estas fórmulas que están cambiando la forma de hacer negocios pero también la forma en la que nos enfrentamos a las problemas sociales y ambientales de este planeta.
Autor del artículo: Diseño Social
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