Los circuitos cortos aportan esperanza ante la locura del sistema alimentario actual

Las iniciativas de circuito corto tienen el viento a favor. Las distancias se acortan entre productores y consumidores. Es una buena noticia; pero queda un gran desafío pendiente: construir una cadena de valor donde los facilitadores (o intermediarios de servicio) necesarios para distribuir los productos del campo a la ciudad sean realmente útiles y justos.

Hay que empezar desde una hoja en blanco. Los circuitos cortos no son una solución mágica; son la primera etapa para empezar de nuevo ante la locura del sistema alimentario actual.

Empecemos por las buenas noticias. Poco a poco, los hábitos alimentarios de los españoles se están moviendo en la dirección correcta: hoy, el 14% de las compras de alimentos se hacen a través de los circuitos cortos, y 3 de cada 10 españoles consumen regularmente productos ecológicos. En referencia a los productores, según el estudio del 2015 del Ministerio (MAPAMA), el 15-20% vende parte de su producción en canales de circuito corto y es probable que actualmente la cifra haya aumentado.

Repartir el valor de manera justa

Estas cifras son alentadoras, pero no deberían eclipsar una realidad clara: la gran distribución aún representa el 61% de las ventas del conjunto de la alimentación (en súpers un 43% y en tiendas de víveres un 18%). Y para la mayoría de los consumidores, es una y otra vez el precio el criterio número uno para la comida. En este sentido, los circuitos cortos todavía tienen un largo camino de sensibilización para que los consumidores entiendan e integren la noción del precio justo, es decir, el precio que remunera de manera digna a los productores. Para lograrlo, solo la transparencia puede cambiar las mentes. En un modelo de consumo sostenible, la parte designada a cada uno de los protagonistas de la cadena de distribución debería conocerse públicamente y el valor, distribuido de manera justa. Si los consumidores supiesen que los precios en origen de los productos agrícolas han llegado a multiplicarse hasta por once en destino, existiendo una diferencia media de 390% entre el precio en origen y el precio en destino probablemente recurriría a propuestas de consumo más equitativas fuera de los supermercados, (sean ecológicos o no). Se calcula que más del 60% del beneficio final del precio del producto se concentra en la distribución moderna. Y son sólo siete empresas que controlan el 75% de la distribución de alimentos.

Optimizar la logística

Para la mayoría de los consumidores que compran a través de los circuitos cortos, la comida local se asocia a menudo con un mejor balance ambiental. Pero, ¿sigue siendo cierto? Sin duda, la respuesta es positiva desde el punto de vista de la producción, pero no lo es tanto si hablamos de la distribución. Una cadena logística mal optimizada: con furgonetas que no están llenas al 100% y que reparten a mitad vacías, o las distancias recorridas en coche por el consumidor, etc, a menudo significa un exceso de emisiones de gases de efecto invernadero por kilómetro recorrido y tonelada transportada…

Además, para que los circuitos cortos tengan un impacto ambiental positivo, este aspecto debe tomarse muy en serio. Hay que desarrollar vínculos entre los diferentes actores (tiendas o puntos de recogida, servicios de entrega a domicilio…) para agrupar los flujos de transporte y optimizar el tráfico en el centro de la ciudad. Éste es el espíritu que plantea ¡La Colmena Que Dice Sí!, es decir, interconectar los diferentes servicios para diseñar un nuevo sistema de distribución de circuito corto de distribución.

Levantar el velo de la ignorancia

La última consideración se refiere a la sensibilización: con demasiada frecuencia, los circuitos cortos se asocian a consumidores con alto poder adquisitivo. Con lo que se sobreentiende por el contrario que la industria de la gran distribución alimenta a la gran mayoría, más modesta. Para ser claros, este es un engaño puro y simple: si tomáramos en cuenta una calidad igual, los productos comprados en los estantes del supermercado serían más caros. Les corresponde a los consumidores no dejarse engañar: si esta bandeja de chuletas de cerdo, si este tomate insípido, si esta manzana harinosa son así de baratos, quizás es porque realmente no valen mucho.Y si además miramos los datos del indice de precios de origen, vemos que el productor que los ha cultivado es tal vez uno de los que ganó ¼ parte del valor que hemos pagado.. En el año 2016, el gasto medio de los presupuestos familiares aumentó un 2,3% sin embargo, este aumento no se ve representado en los presupuestos dedicados a la alimentación, dónde se produjo un descenso del 1,5%. Según los economistas, esto es debido a que el nivel de vida general aumenta. Pero si este «progreso» se logra a costa de una dieta degradada, hecha de productos procesados ​​y/o dulces y de una explosión de enfermedades relacionadas con la comida basura, quizás sea hora de cambiar de perspectiva.

Es por eso que debemos terminar con la división de los mundos, entre los que producen y los que consumen. Tenemos que volver a crear un espacio de diálogo entre productores y consumidores, entre el campo y la ciudad, y no tolerar lo que realmente esconde nuestra comida: maltrato animal, cambio climático, enfermedades humanas… Volver a retomar el control sobre la alimentación significa volver a aprender la estacionalidad de los productos, tomar el tiempo de cocinar y redescubrir las recetas que corresponden a cada momento del año. Y para eso, nada como discutirlo en persona con un productor.

Durante 3 años, ¡La Colmena Que Dice Sí!, a su escala y junto con otras iniciativas, está trabajando para crear un nuevo sistema alimentario. Y lo hace facilitando la tarea de los productores que desean comercializar sus productos a través de la venta directa, que es solo una pequeña parte de esta cadena para reinventar. Los circuitos cortos son el comienzo de una revolución: ahora nos toca a nosotros recuperar el poder de alimentarnos de forma diferente.

Los 5 grandes principios de ¡La Colmena Que Dice Sí!

1. Los productores establecen sus precios

No hay comida de calidad sin un ingreso justo para aquellos que la producen. La renta agraria real –es decir el poder adquisitivo del campesinado– estaba en el 2012 un 20% por debajo de la del año 1990. Para poner fin a esta situación, en ¡La Colmena Que Dice Sí! son los productores los que establecen libremente sus precios y condiciones de comercialización.

2. La inteligencia colectiva garantiza la calidad de los productos

Definir estándares o certificados es importante como canal de información, pero no es suficiente para garantizar una alimentación de calidad. En ¡La Colmena Que Dice Sí!, el hecho de ser una red, la transparencia en toda la cadena y el diálogo constante entre consumidores, productores y Responsables de Colmena nos aseguran que solo los mejores productos formen parte de la red.

3. La logística debe reinventarse para que la proximidad sea coherente con la sostenibilidad

Los circuitos cortos deben participar en la revisión completa del sistema alimentario: no se trata de exhibir a los agricultores en los envases para fomentar la ilusión de proximidad, sino romper con la agricultura industrial y la distribución de masas. La proximidad no lo es todo, por eso es importante reflexionar sobre la logística de los productores.

4. El valor tiene que ser distribuido justamente entre los diferentes actores

El sistema alimentario tal como existe hoy en día no distribuye de manera justa el valor en la cadena de alimentos. Los intermediarios ganan la mayor parte en detrimento de lo que cobran los productores e impactando de manera negativa en la salud de los consumidores. Es esta situación la que debe ponerse en duda. Sin embargo, no podemos prescindir totalmente de intermediarios (o facilitadores, por usar otra palabra no tan estigmatizada). Muchos de ellos son útiles: transformación, logística, comercialización… ¡Es en estos dos últimos aspectos en los que ¡La Colmena Que Dice Sí! enfoca hoy sus esfuerzos. Sin embargo, hay una condición sine qua non a respetar: los servicios intermediarios deben ser transparentes con respecto a los márgenes que utilizan y tomar una parte del valor acorde con el servicio que brindan, en lugar de impactar en toda la cadena.

5. Comer bien, esto se aprende

La alimentación es un asunto de todos. Los consumidores tienen la oportunidad de volver a aprender a comer bien: comprender las limitaciones ligadas a la profesión de productor, volver a aprender la estacionalidad de los productos y cómo cocinarlos… ¡La Colmena Que Dice Sí! también se sitúa como un medio de información accesible al gran público, para que cada uno pueda elegir qué opción de consumo le corresponde mejor.

Enlaces:

Revista Opcions. Núm. 46, página 15. De proximidad

Caracterización de compradores de productos ecológicos en canal especializado. Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio ambiente (MAPAMA). Julio 2017 (pág. 22).

Caracterización del sector de la producción ecológica española en términos de valor y mercado, referida al año 2015 (pág. 32). MAPAMA

Libro Supermercados, no gracias, de Esther Vivas y Xavier Montagut y artículo La distribución moderna: la invasión de los supermercados. Año 2007.

Encuesta de Presupuestos Familiares. Instituto Nacional de Estadística. Año 2016. (pág. 5)

 

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