COHOUSING: vivir la vejez de otra manera

Vecinos que ayudan a vecinos. En nuestras sociedades contemporáneas invidualistas e hiper productivistas esto puede sonar a utopía, pero existe un modelo de vivienda que lo pone en práctica: el cohousing.

Se trata de una convivencia colaborativa que fomenta la vida en comunidad a través de la autogestión participativa y cooperativa de espacios y servicios comunes, con efectos muy beneficiosos para la sostenibilidad y también para la salud.

Dos problemas que convergen: soledad en la vejez y acceso a la vivienda

Según la Encuesta Continua de Hogares (ECH) del Instituto Nacional de Estadística (INE) realizada en 2020, en plena pandemia, en España existían más de 2.000.000 de personas mayores de 65 años viviendo solas. Una realidad que, además, golpea duramente a las mujeres (ocupando el 70% de este colectivo).

En lo que respecta a la población de mayores de 65 años viviendo en residencias de ancianos, si bien no contamos con una estadística fiable al respecto, la plataforma Envejecimiento en Red EnR?| realizó un estudio en 2020 para intentar ponerle números a esta realidad. Su estudio, realizado a partir de datos de 2019, estima que 322.180 personas mayores de 65 años vivían ese año en residencias.

Sea en residencias de ancianos o en una vivienda particular, sabemos que a nuestros/as mayores los atraviesa muy a menudo una problemática común: la soledad. Esta realidad tiene repercusiones físicas y psicológicas, con efectos devastadores para su salud y su autoestima.

Existe un problema social en cómo tratamos a la vejez, pues en nuestro modelo productivista de sociedad parece que cuando las personas cruzan la barrera de la jubilación ya no puedan aportar nada, o muy poco, al conjunto social. Cuando en realidad se trata de una época muy fértil de la vida, en la que podrían aportar mucho valor trasladando a las generaciones más jóvenes todo el saber y la experiencia aprendida en toda una vida.

Otro enorme problema social (sí, ya sabéis, en España tenemos unos cuantos) es el acceso a la vivienda. Si bien es cierto que esta problemática afecta principalmente a las generaciones más jóvenes (según el Observatorio de Emancipación el 80% de los menores de 30 años no puedan dejar la casa de sus padres), los mayores no están exentos de ella.

En estos tiempos de gentrificación es habitual toparnos con noticias como la de José Manuel y María, dos vecinos Carabanchel (Madrid), que en el pasado mes de febrero fueron desahuciados de la casa donde llevaban viviendo 54 años.

Por ello, hoy queremos explorar una iniciativa todavía incipiente en España, pero en cambio muy desarrollada en algunos países nórdicos europeos, así como en Canadá y Estados Unidos, que aborda esta problemática común con creatividad.

Una nueva manera de entender la vivienda (y la vejez): ¿conocías el cohousing?

Si esta palabra te suena a chino mandarín, te presentaré una imagen que solucionará rápido el problema. Imagínate muchas viviendas individuales juntas, agrupadas en torno a un valor vertebrador: la comunidad de vecinos y vecinas.

Imagínate un diseño arquitectónico que gira entorno a proteger y fomentar ese valor: el diseño del espacio al servicio de la comunidad que lo habita, donde existen espacios comunes, valores comunes y tiempo común. En definitiva, una arquitectura pensada para ser habitada, en la que se busca un equilibrio entre lo colectivo y lo individual.

Y es que el cohousing busca fomentar el encuentro y la interacción entre los vecinos y vecinas, a la vez que se preserva la privacidad y la individualidad. ¿Suena un poco a utopía, verdad?

Sin embargo, te sorprenderá saber que en España existen más de 12 proyectos de cohousing, con las comunidades de Madrid, Catalunya o Andalucía liderando este cambio de paradigma que nació en los años 70 en Dinamarca, estrechamente vinculado a la corriente del Bauhaus.

¿Qué tipo de espacios son los que se comparten? 

El cohousing es un proyecto colaborativo y de autogestión. Esto quiere decir que la comunidad de vecinos y vecinas está fuertemente involucrada en el proyecto arquitectónico y es parte activa en la toma de decisiones (también, a veces, en la construcción de las viviendas).

Por ello, cada proyecto de cohousing es único y, en cierta medida, irrepetible, y los espacios compartidos pueden variar enormemente de una comunidad a otra. Algunos de los espacios más comunes para ser compartidos son: la cocina, la lavandería, la biblioteca, el salón de estar o las habitaciones para invitados.

Tener espacios comunes implica también que hay labores comunes. Todas las tareas de mantenimiento del edificio se dividen entre los miembros de la comunidad. Se busca que esta división del trabajo se realice según los intereses de sus miembros. Así, hay algunos miembros que se ocupan de la jardinería, otros de realizar cocina comunitaria, otros de arreglar los desperfectos naturales que vayan surgiendo en el edificio, etc.

Esta fórmula permite ahorrar bastante dinero a la comunidad, a la vez que genera un sentimiento de pertenencia y hace sentir útiles a sus miembros.

El cohousing no es una solución exclusiva para la vejez. También funciona muy bien en otras etapas de la vida (de hecho, es una solución que muchas personas adoptan en distintos momentos vitales). Por ejemplo, cuando una pareja o una persona sola decide dar el salto a buscar niños, el cohousing es una decisión ideal para acompañar este momento en el que estamos muy necesitados y necesitadas de una comunidad que nos apoye.

Este tipo de organización de la vivienda fomenta de manera natural el apoyo mutuo, así que, te encuentres en el momento de vida en que te encuentres, si vives en un proyecto de cohousing sabes que tienes una red que te sostiene en los momentos difíciles.

¿Cuáles son las ventajas del cohousing?

  • Compartir recursos nos permite ser más sostenibles: al tener cosas compartidas (como la lavadora, la cocina o las habitaciones de invitados) tenemos menos necesidad de comprar o consumir, y por tanto, acumulamos menos. También nos permite ser más eficientes a nivel energético.
  • Nos permite mejorar nuestra calidad de vida al establecer vínculos más profundos con nuestros vecinos, a la vez que nos sentimos partícipes de una comunidad fuerte en la que existe conexión humana.
  • No todos los proyectos de cohousing son iguales, pero hay algunos que funcionan con modelos de cesión de uso. Esto implica que la propiedad del inmueble es colectiva. Por tanto, sus usuarios no son propietarios de la vivienda y no pueden alquilarla ni venderla. Sólo pueden disfrutarla en vida (y, por supuesto, durante el tiempo que quieran). Por ello es una poderosa herramienta para combatir la especulación inmobiliaria y la gentrificación.
  • Además, hay algunos casos como en Castilla-La Mancha o Barcelona (con el proyecto recientemente premiado La Borda) en la que la gestión pública apuesta por este modelo de viviendas colaborativas, blindando este tipo de proyectos contra la especulación inmobiliaria. 

Ya lo ves, como se trata de un proceso participativo, en el que los miembros tienen un papel protagonista y las decisiones se toman a través del consenso, el cohousing puede adoptar tantas formas y variables como personas y comunidades hay en el mundo.

Hay cohousing seniors dedicados exclusivamente a comunidades de mayores. Esta modalidad puede contar con cuidadores para ocuparse de aquellos miembros que comiencen a necesitar asistencia, o la comunidad puede decidir ocuparse personalmente de estas problemáticas en una estructura de división del trabajo y autocuidados. Algunas ya están adaptadas para hacer frente a potenciales problemas de movilidad. 

O el cohousing puede ser intergeneracional y albergar a miembros de distintas edades: familias con niños o sin ellos, miembros jóvenes solteros o miembros seniors.

Sea como sea, lo importante a tener en cuenta es que es una alternativa que, frente al modelo tradicional de envejecimiento que existe en nuestra sociedad occidental, empodera, aporta significado y aumenta la autoestima de los convivientes.

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Escrito por Flavia Laurencich, Responsable de la Colmena de Guinardó – Bons Focs (Barcelona) y de la Colmena Cala Romana – Can Stella (Tarragona).

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