¿Cuál es la diferencia entre un filete de carne picada congelada y la carne de una ternera criada en la propia finca con métodos sostenibles? ¿Y entre un pollo hinchado de hormonas, antibióticos y grasas versus uno de corral que vive al aire libre? ¿O entre un jamón dulce industrial o una carne de cerdo ecológico? Te explicamos en detalle y sin tabú los precios reales de la carne.
¿Por qué la carne de ternera ronda los 12€ – 18€ (si es eco certificada) en las Colmenas, cuando en cualquier supermercado puedes conseguir 10 filetes de ternera congelados por apenas 6€? La respuesta es simple: no compramos lo mismo.
En las Colmenas o demás iniciativas de consumo local, cuando se compra carne de vacuno, se trata necesariamente de una raza de carne: frizona, avileña, salers, la bruna del Pirineo… y siempre proviene de los animales criados en la propia finca, en los que hay un control de la alimentación y las condiciones de vida. Si además es certificada ecológica, hay un solo ingrediente: carne de ternera eco. Y si se hacen hamburguesas, solo se añade un poco de sal y pimienta.
La carne barata de los supermercados proviene de vacas “lecheras” que han dado leche durante años y están cansadas. Sin embargo, se reciclan sin complejos en forma de filetes. Sería el primer ingrediente de esta lista de 13: “Carne de vacuno 82%, agua, cereales (harina de arroz), fibra vegetal (guisante), aromas, antioxidantes (E-301, E330), conservador E-221 (sulfito). Alérgenos: Gluten, Dióxido de azufre y sulfitos“. Es decir, no estás comiendo ninguna raza de carne, sino carne vieja de vaca, junto con otros 12 ingredientes más.
Un pollo de corral entero a más de 20€ (2,5-3kg) y 10 nuggets de pollo a menos de 2€, ¿eso te cuadra? En un caso se come pollo de verdad y feliz, en el otro… no sabemos muy bien qué comemos.
Los pollos de las Colmenas (o mejor dicho de los gallineros) provienen de granjas donde los cuidan. Salen al aire libre, no están encerrados en jaulas y se alimentan con buen grano, a menudo de cultivos agrícolas (maíz, trigo, cebada, habas, etc.), además de vegetales e insectos (caracoles, hormigas y gusanos). Como están todo el día correteando por los campos, necesitan mucha proteína para crecer, la proporción es de 3kg de pienso por cada kilo de pollo.
La gran diferencia también viene del hecho de que les dejan vivir más tiempo. Esto es esencial, porque las aves como el vino mejoran con la edad. En los sectores convencionales, se sacrifican entre 35 y 45 días. En los productores de las Colmenas o iniciativas de circuito corto, las gallinas suelen vivir entre 3 y 4 meses y así los pollos alcanzan fácilmente los 2 y hasta 3 kilos.
Es el turno de la carne de cerdo. Y el principio es el mismo. Las prácticas en las granjas industrializadas, da como resultado un cerdo que casi no se mueve, medicalizado y alimentado con pienso de muy mala calidad. Ya sabemos lo barato que puede llegar a ser el jamón dulce (500 gr a 3,30€) en los supermercados, así como la carne a tacos, que ronda los 4,8 el kilo.
En el polo opuesto están las pequeñas granjas de cerdos ecológicas. En que los tacos/costillas están a 14,43 €/kg y el jamón dulce a 5,30€ los 100 gr. La diferencia de precio es grande, así como también lo es la diferencia en la calidad de la carne, según el trato de los animales.
En las granjas ecológicas el ritmo de crecimiento de los animales es lento, con una alimentación basada en harina de cereal y forraje ecológicos y disminuyendo drásticamente la utilización de medicamentos y antibióticos que perjudican la calidad de la carne.
En segundo lugar, sabemos que la calidad de la carne es proporcional al estrés que sufre el animal. Y por eso evitan el sufrimiento de los cerdos desde su nacimiento hasta su muerte, y ello permite que vivan toda su vida con unos niveles de estrés muy buenos.
Un indicador principal de bienestar animal es que los animales que viven con buenas condiciones no se muerden la cola, un signo de ansiedad característico en los cerdos y la razón por la cual se extendió la práctica de mutilación en el sector porcino industrial.
No valoramos el precio de las cosas, o más bien exigimos que todo sea lo más barato posible. Sin importarnos el medio ambiente, el sufrimiento animal, la calidad del producto o las condiciones laborales. De ahí que nos alegremos de comprar carne lo más económica posible sin preguntarnos si eso es sostenible, ético o incluso saludable. Por suerte, la información es el primer paso para cambiar hábitos y más allá, nuevas formas de consumo en la sociedad.
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