Muchos niños y niñas deciden no tomar determinados alimentos cuando descubren su procedencia: les resulta desagradable consumir carne de animales a los que aprecian y valoran. El debate está servido ¿es conveniente? ¿es sano? ¿hay que respetar esa decisión?
“¿Esta salchicha es un cerdo?” preguntó Pablo durante la cena. Ante la respuesta afirmativa de sus padres, dejó los cubiertos sobre la mesa y sentenció “Yo no quiero comer animales”. Pablo tenía 3 años y a Santi, su padre, seguramente se le quedó la cara a cuadros, pero asegura que su hijo lo dijo con tanto aplomo que decidió respetar su decisión.
Santi no es vegetariano pero no vio inconveniente en permitir que su hijo si lo fuera si así lo quería él. “Tuve una actitud muy neutra y observadora” explica “ y como vi que su decisión era firme le apoyé y guié en este cambio en su dieta”.
Cuando un adulto conscientemente decide eliminar la carne o los productos que provienen de los animales y se hace vegetariano o vegano lo hace, generalmente, por razones éticas y morales. Generalmente, también, todo el mundo respeta y da por buena su decisión. Pero cuando es un menor quien toma esta decisión los adultos cuestionan su idoneidad y la conveniencia de respetar o no esta convicción. Natalia Moragues, nutricionista y dietista, sonríe ante este planteamiento y lanza la siguiente reflexión: “La gente pone el grito en el cielo cuando se habla de esta posibilidad como si fuera algo insano, pero nadie cuestiona la dieta de un niño que desayuna cada día galletas procesadas y merienda bollería industrial”. Moragues asegura que no hay ningún inconveniente en que un niño o niña siga una dieta vegetariana o vegana siempre y cuando sus padres se hayan informado y asesorado por un buen profesional que les indique cómo sustituir los nutrientes que en una dieta común provienen de los animales.
Santi, que así lo hizo, optó por explicar a su hijo que si no comía carne debía consumir otro tipo de alimentos, como el tofu, el tempe, las legumbres, etc. El niño lo aceptó sin problemas. “Para todos ha sido algo muy natural y así lo vivimos con nuestro entorno” explica.
Sin embargo, no todas las situaciones son así, y algunas familias señalan que el entorno no acompaña. Andrés y Lorena son vegetarianos por convicción desde hace muchos años. Cuando su hijo tuvo 6 meses empezó para ellos el drama de la alimentación. La primera pediatra que tuvieron consideró que era “maltrato” privar al niño de comer carne y les costó encontrar a un profesional que apoyara su decisión y les acompañara. El colegio tampoco lo puso fácil y al final encontraron una solución a medio camino “Marc no tiene una dieta distinta en el colegio, come igual que sus compañeros, pero los monitores no insisten ni le presionan para que se termine los platos de carne o pescado” explica Lorena. Prácticamente todos los días refuerzan en casa el aporte de proteína en el desayuno y la cena pero Andrés insiste en que el mayor de los problemas no fue la dieta en sí, si no la actitud de obligar al niño a comer. “Me parece igual de mal que les obliguen a comer brócoli” explica.
Moragues apuntala esta apreciación y recuerda que obligar a los niños y niñas a comer puede provocar trastornos severos en su conducta con la alimentación. “Es importante respetar la decisión del niño, ofrecer variedad, explicar la importancia de cada alimento, pero nunca obligarles a nada” sentencia. La alimentación también forma parte de la educación y los pequeños también aprenden de cómo transmitimos los valores por la comida. La forma de alimentarse puede ser también fuente de aprendizaje de muchos valores como la diversidad, el respeto, la sostenibilidad, etc.
Moragues insiste que lo importante es que los niños y niñas en edad de crecimiento tengan a su alcance todos los nutrientes que su cuerpo necesita y los nutrientes, por suerte, provienen de muchos tipos de alimento distinto: solo hay que saber dónde encontrarlos.
Artículo escrito por Alba Arnau, de Mammaproof con los consejos de la nutricionista Natalia Moragues.
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