El 71% de los cultivos más comunes en el mundo son polinizados por abejas, según la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. De repente, si desaparecieran, no quedaría mucho en el plato. Flor, insecto, polinización, comida… ¿cuáles son los vínculos entre todo este pequeño mundo? Una lección rápida de ciencias naturales.
Se ha dicho mil veces: los insectos polinizadores están desapareciendo. Sin abejas y abejorros, adiós a lo de “hay que comer fruta cada día”. Te explicamos cómo quedaría si desaparecen.
Empezamos por compartir 2 fotos publicadas en el supermercado Whole Foods market store, templo del consumo orgánico y local en Estados Unidos. Arriba, puestos de hoy; abajo, los de mañana si las abejas desaparecieran. “Las abejas polinizan más de 100 cultivos en los Estados Unidos, desde las almendras en la granola hasta los arándanos en el yogur”, explican los ejecutivos de Whole Foods. “El declive de las abejas amenaza muchos de los ingredientes frescos que anhelan los consumidores“.
Ahora te explicamos el por qué. Si no hubiera flores no habría insectos y si no hubiera insectos no habría flores. Sí, porque estos dos tortolitos siempre han practicado la economía colaborativa. Entre ellos, es dar y recibir.
Para las margaritas, la comida, un delicioso néctar dulce, se encuentra en sus prominentes corazones amarillos. Los abejorros se posan allí en paz y beben tranquilamente. Hay otro tipo de flores diferentes, y para ellas tienes que estar equipado con un aguijón grande y beber a través de él. Por lo tanto, el ejercicio está reservado para las mariposas. De hecho, cada tipo de flor atrae a una especie diferente de insectos; la naturaleza está bien hecha.
Una vez saciados, los insectos hacen su servicio. ¿Su profesión? Portadores de semillas. Cuando una abeja busca alimento, se frota contra los estambres (la parte masculina de la flor que produce el polen). Así que cuando llega toda untada en otras flores de la misma especie, la descarga sin siquiera darse cuenta. El grano de polen llega al pistilo (el órgano femenino de la flor), atrapado por un estigma pegajoso (una especie de protuberancia en la parte superior del pistilo).
El polen se desliza hacia el corazón del ovario que contiene el óvulo. Y ahí ¡bingo!: es cuando se produce la fecundación. Polen + óvulo = semilla pequeña, la semilla de nuestras peras o nuestras uvas.
¿Y cómo todo esto se convierte en fruto? Bueno, cuando el óvulo es fertilizado, la pared del ovario cambia para convertirse en una fruta.
Quizás te estés preguntando por qué la mayoría de las flores equipadas con órganos masculinos y órganos femeninos no se las arreglan solas. Tal vez porque le faltaría magia. De cualquier manera, la mayoría de las especies necesitan fecundación cruzada de árbol a árbol. Y para eso solo pueden contar con el viento o con insectos polinizadores.
Entonces, ¿qué haremos cuando no haya más polinizadores para convertir nuestras flores en frutos? ¿Deberíamos fertilizar todas las especies a mano como ya se hace con la vainilla en islas como la de la Reunión? Probablemente sería más inteligente proteger a nuestros polinizadores alados.
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