Els Horts de l’Alegria apuesta por la transición agrícola: agricultura a escala humana, ecológica y rentable

Este equipo de cinco personas transmite con firmeza y entusiasmo los preceptos que guían su actividad: producir fruta y verdura de calidad, hacerlo preservando la biodiversidad y apostando por la economía de escala. Su visión integral y su contacto con la agroecología los llevó a aplicar un método semi artesanal en el desarrollo del huerto, poniendo en el centro de su actividad el respeto del hábitat original.

El menorquín Gaspar Caballero de Segovia o el canadiense Jan Martin Fortier son algunos horticultores que influenciaron la visión innovadora que hoy aplican en sus campos.

“Sin duda los peores enemigos [del agricultor ecológico] son los supermercados: tienen unos precios muy bajos y son muy poderosos”, denuncia Carlos Ferrer Alsina, promotor de Els Horts de l’Alegria.

¿Cómo nació el proyecto de Els Horts de l’Alegria?

Hace una década, Francesc Giró, biólogo y activista ambientalista al frente de la masia Ca l’Andreu, en Tiana, se propuso junto con los vecinos de las masias contiguas iniciar un proyecto agroecológico juntos. El proyecto tuvo lugar muy cerca de la emblemática Ermita de l’alegria, que dio nombre al huerto. Pasados algunos años Francesc decidió darle continuidad a esta iniciativa comunitaria y convertirla en un proyecto empresarial sostenible, que permitiera alimentar a varias familias de Tiana y de El Maresme. Lo hizo trabajando codo a codo con su hermana, Anna, y su hija, Alba. 

¿En qué momento entras tú en la ecuación?

En 2019 decidí migrar de Buenos Aires a Barcelona. Y como lo que sé hacer, y lo que disfruto haciendo, es trabajar en el desarrollo de huertos ecológicos, empecé a buscar proyectos afines a mis valores con los que formar un proyecto empresarial responsable y sostenible. La vida me llevó a encontrar a Francesc; nos sentamos a hablar e intercambiar posiciones, y al día siguiente ya teníamos un plan de acción. 

Vienes de una larga trayectoria en la Argentina trabajando con cultivos ecológicos e iniciativas locales en defensa de la agroecología, ¿qué puedes contarnos de tu experiencia en Sudamérica?

En Argentina trabajé durante muchos años con agricultores ecológicos de las provincias de San Juan, La Pampa y Buenos Aires. En esta última todavía mantengo activo mi proyecto, llamado Colectivo Orgánico. Mis años de experiencia en Argentina me enseñaron que no se trata solo de producir, sino también de vender. Si quieres tener éxito con tu huerto debes tener un plan de producción, de ventas, de logística y de administración. También es fundamental encontrar tu mercado y saber transmitir al consumidor el valor de tu producto.

Sabemos que la verdura y fruta ecológicas no pueden competir en precio con la convencional, y por ello es fundamental transmitir el porqué de esta realidad a los consumidores. La verdura y fruta ecológicas son un alimento premium por completo. No se puede equiparar con un producto que no ha sido tratado igual, ya que a nivel nutritivo, de sabor e incluso de forma, son cosas totalmente distintas.

Te asentaste en Tiana, y pocos meses después llegó la pandemia a Europa. ¿Qué implicaciones tuvo esto para vuestro proyecto?

Poco antes de que se declarara el Estado de Alarma me uní a Els Horts de l’Alegria y empezamos a planificar cómo queríamos que se desarrollara nuestro proyecto. En aquel entonces, sin saber lo que vendría, hicimos una apuesta muy fuerte con el objetivo de que nuestro huerto abastezca a cien familias y en el que trabajen cinco personas a tiempo completo: Francesc, Anna, Alba, Samou y yo.

Empezamos la siembra en diciembre, así que en marzo cuando se decretó el confinamiento domiciliario nuestro huerto estaba a punto. Fue algo muy sincronizado. Se produjo un fenómeno con la huerta a domicilio y eso hizo que aumentaran exponencialmente las ventas. Hubo una ola de nuevos clientes: recibíamos tantas solicitudes, que no podíamos atender a toda la demanda, y era necesario controlar ese flujo.

Frente a esa situación de desborde decidimos darle prioridad a nuestros clientes de siempre y, una vez ellos estaban atendidos, les dimos lugar a los nuevos. También hubo mucha cooperación entre productores, si no podías atender a un nuevo consumidor lo pasabas a un productor amigo. No olvidemos que antes de la pandemia veníamos de la crisis del campo, donde había un fuerte reclamo por parte de los productores que denunciaban la precariedad de sus condiciones de trabajo. Cuando se terminó el confinamiento domiciliario la demanda se fue acomodando a la realidad y volvió a su cauce habitual.

¿Crees que hubo un fallo desde los diversos actores de la agroecología de no saber retener a toda esa gente que se pasó momentáneamente al modelo orgánico?

No lo creo. Pienso que, si ofreces un buen producto, una buena garantía (es decir, la confianza en que cambiarás el producto si este no cumple las expectativas), y una buena comunicación, estás transmitiendo seguridad al consumidor. Si mantienes eso y el cliente se va, no hay mucho que puedas hacer. 

A veces es difícil motivar al consumidor. Sin duda los peores enemigos son los supermercados: tienen unos precios muy bajos y son muy poderosos. Muchas veces manda lo económico, y el cliente vuelve al supermercado. Ahora bien, sabemos que es imposible competir con esos precios, por lo que hay que continuar haciendo una labor pedagógica que permita explicar la calidad del producto que hay detrás del precio.

Fíjate que en los momentos de enfermedad y pandemia muchas familias tendieron a volver a lo que se sabe que es una vida saludable y que ayudará a mantener sus defensas altas: la alimentación orgánica. 

Francesc Giró, tu socio y compañero de ruta, es un reconocido activista en Catalunya. ¿Qué puedes contarnos sobre él?

Francesc es biólogo de formación y se especializó en conservación de la biodiversidad. Trabajó durante más de 40 años en la administración, también como voluntario en diversos grupos y, por último, fundó la Fundación Natura donde ha trabajado los últimos 20 años.

Su experiencia fue crucial a la hora de crear Els Horts de l’Alegria utilizando el sistema de “paradas en crestall“, popularizado por el menorquín Gaspar Caballero de Segovia. Este método consiste en añadir materia orgánica (normalmente lo mejor es compost domiciliario) a las superficies del cultivo. Francesc es una persona en constante formación, así que poco después también orientó la producción del huerto con el sistema de bancales semipermanentes

Los bancales son porciones del terreno de un ancho de 70 centímetros que son destinadas al cultivo, y que se elevan entre 15 y 20 centímetros por sobre del suelo. En estos bancales se cultivan diversas plantas en pequeñas proporciones y en cultivos separados. Además, se procura mover la tierra lo menos posible, ya que, si conservas la estructura del suelo y la enriqueces, dará como resultado un rendimiento integral.

¿Qué actores de la agroecología han influenciado en vuestro método a la hora de gestionar el huerto?

Nuestra filosofía de trabajo está muy influenciada por el horticultor canadiense Jan Martin Fortier, que promueve la agricultura ecológica a pequeña escala (hablamos de huertos pequeños, de una o dos hectáreas como máximo). Él defiende una visión de la agricultura basada en tres pilares: que la actividad se realice a escala humana, que sea ecológica y, por último, rentable.

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La idea es evitar plantaciones extensas de la misma planta o especie, pues la variedad crea un cordón de contención frente a posibles plagas o enfermedades. Por ejemplo, al distribuir 3 bancales de lechuga, 3 de coles y 3 de tomates en distintas partes del terreno, esta repartición te permite crear una diversidad que protege tus plantaciones de ataques externos. En la horticultura convencional (que se caracteriza por hectáreas y hectáreas de un mismo cultivo) cuando aparece una plaga en una zona del terreno, esta se extiende con muchísima rapidez porque no existe una barrera biológica de contención. Por ello se usa mucho químico de manera preventiva. 

En esta técnica, además, se utilizan abonos verdes (como el compost o el abono animal) para enriquecer el suelo y conservar la biodiversidad del espacio lo máximo posible. También se evita usar el tractor, porque hay que conservar la estructura del suelo lo máximo posible para evitar que la tierra se compacte. Queremos una tierra porosa y eso implica no usar maquinaria pesada. Nosotros mismos caminamos por pasillos para conservar la porosidad de la tierra. 

¿Qué papel juega la fauna auxiliar en este equilibrio que comentas?

Como te imaginarás, ¡es fundamental! La idea detrás de esta técnica es conservar la biodiversidad lo máximo posible, afectando mínimamente el territorio y beneficiándote de su biodiversidad. Por ejemplo, cortar el césped que rodea los cultivos está bien, pero con un límite, porque allí se refugia la fauna auxiliar. Como horticultor quieres que haya sapos y ranas en tu huerto. Ellas y otro tipo de controladores biológicos ayudarán a mantener el equilibrio de especies en el hábitat.

Por ejemplo, ante un crecimiento exponencial de poblaciones de caracoles, tanto los pájaros como las ranas o sapos ayudarán controlar a esa plaga. Pero esto no solo ocurre con la fauna, sino con toda la biodiversidad del hábitat. Por eso es importante tratar de impactar lo menos posible, conservando lo originario de la región, ya sean animales, árboles o plantas silvestres.

¿Qué producís en vuestro huerto? 

Nuestra apuesta es que la verdura que ofrecemos a los consumidores sea nuestra en su totalidad. Por supuesto, algunas verduras y hortalizas es difícil tenerlas todo el año como, por ejemplo, la patata o la alcachofa. En ese caso, si algo nos falta porque algún cultivo no salió bien o se vio dañado, lo compramos a otro productor ecológico de la zona. 

¿Y la fruta?

Ahí entramos en relación con las cooperativas de la zona o con algún otro huerto amigo. En el Maresme podemos encontrar fresas, limones, micacos (nísperos) o granadas.

Pero la fruta que más se consume (plátanos, manzanas, peras, mandarinas, manzanas, etc.) no se produce en el Maresme, así que hay que irnos a otras regiones de Catalunya o de España.

¿Cuál es vuestra política referente a las frutas y vegetales producidas fuera de Catalunya? Por ejemplo, ofrecéis algunas frutas propias de climas tropicales…

En primer lugar, trabajamos con la temporada. En segundo lugar, con una extensión territorial: el estado español. Nos proponemos tener disponibilidad de alimentos de temporada, y en el caso que no lo produzcamos nosotros mismos buscar el productor ecológico más próximo. Prácticamente en su totalidad la fruta que ofrecemos proviene de Catalunya: los cítricos son de Tarragona, las peras y las manzanas de Lleida. Ahora bien, como te comentaba, hay frutas que no se producen en Catalunya porque el clima no lo permite. Es el caso de los aguacates, el mango, los plátanos o el kiwi. Hacemos algunas excepciones con estas frutas muy concretas que traemos desde fuera de Catalunya, pero siempre limitándonos al estado español.

¿Cómo os están afectando las variaciones en el clima producidas por la emergencia climática?

Estamos sufriendo los efectos del cambio climático no solo por el aumento gradual de la temperatura, sino principalmente por los cambios bruscos y las interrupciones que se están produciendo en las estaciones. Por ejemplo, las recientes heladas en primavera nos han obligado a utilizar telas anti-heladas para proteger algunos cultivos, como los tomates. Esto da como resultado una enorme dificultad de previsión, porque las estaciones ya no son estables y eso altera enormemente el crecimiento de ciertas variedades.

Por último, tenéis un proyecto hermano de turismo responsable, Ca L’Andreu ECO Masia. ¿Qué nos encontraremos si nos alojamos allí?

Ca L’Andreu Eco Masia pertenece a la misma sociedad que Els Horts de l’Alegria. Son dos emprendimientos distintos y, a la vez, complementarios que están situados en el mismo territorio. A Ca l’Andreu se viene a desconectar, pero también a experimentar, por lo que ofrecemos diversas actividades utilizando siempre los recursos que nos da nuestro entorno. Es un espacio privilegiado, a solo 20 minutos de Barcelona, así que ¡os invitamos a visitarnos!

Entrevista de Flavia Laurencich, Responsable de la Colmena de Guinardó – Bons Focs (Barcelona) y de la Colmena Cala Romana – Can Stella (Tarragona).

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