El valor de la sostenibilidad: retos y estrategías para una agricultura ecológica con El Tros de l’Uri

En nuestra reciente visita al huerto de Oriol, agricultor en Malgrat de Mar (Cataluña) con el proyecto El Tros de l’Uri, pudimos conocer de primera mano los retos a los que se enfrentan productores como él y cómo el cambio climático genera cambios palpables frente a los métodos de producción y los cultivos. 

Uno de los objetivos de ¡La Colmena Que Dice Sí! es establecer un punto de encuentro entre productores y consumidores. Esta es una forma no solo de conocer de dónde proviene la comida que nos nutre y disfrutamos, sino también de alimentar un cambio en la concepción del trabajo de los agricultores y el rol social y medioambiental que juegan. Y es que la agricultura sostenible es una labor que va más allá de la simple producción de alimentos. Es un compromiso con la tierra, con el medio ambiente y con las generaciones futuras.

Una historia de diversificación y perseverancia

“Empezamos en 2012,” nos cuenta Uri frente a un campo de coles y lechugas. “Tenemos tres fincas de alquiler, dos en Malgrat. Trabajamos cinco personas, y una más en verano”. A lo largo de los años, han aprendido a adaptarse a las circunstancias y estrategias de producción para garantizar la supervivencia de esta labor.

La presión sobre la tierra es un desafío constante. “En esta zona han puesto una desalinizadora, una industria farmacéutica, hoteles… y no paran de sacar campos,” explica Uri. A pesar de estos obstáculos, la finca ha prosperado gracias a una estrategia de diversificación. Han plantado manzanos y cerezos para complementar sus cultivos habituales, aunque no siempre con éxito. “Con la última granizada, se han echado a perder”, lamenta.

La finca de Uri es un ejemplo de innovación en la agricultura sostenible. “Nuestra propuesta es tener muchos cultivos e ir variando productos. Y probar con nuevos productos: kalettas, acelgas de colores, eneldo, el tupinambo…,”. Aunque no todos los experimentos tienen éxito, su compromiso con el trabajo le permite seguir adelante. “El jengibre no sale, y tampoco la endibia a causa de la temperatura.”

Para mantener una producción constante, Uri siembra en pequeñas cantidades pero de manera continua. “Las acelgas y las espinacas las sembramos cada 2-3 semanas,” explica. Este método asegura una cosecha regular y productos frescos a lo largo del año.

Los desafíos de la agricultura ecológica

La agricultura ecológica es una elección consciente y comprometida. “Ser ecológico es una manera de pensar,” afirma Uri. Sin embargo, esta decisión viene con su propio conjunto de desafíos. “Al no aplicar fitosanitarios, hay cultivos que no se pueden salvar de plagas o depredadores como conejos y jabalíes.”

El costo de producción también es significativamente mayor. A pesar de contar con herramientas como un multicultor y un quemador, gran parte del trabajo sigue siendo manual “Lo más caro es la mano de obra y muchas de nuestras tareas son a mano, como mantener el campo limpio de malas hierbas,” explica Uri.

La inflación ha agravado estos desafíos, elevando los precios. “Las mantas protectoras biodegradables son carísimas, pero necesarias para controlar las malas hierbas,” añade Uri. La búsqueda de soluciones eficientes y económicas es una constante en su trabajo.

Adaptación al cambio climático

El cambio climático es otra realidad a la que Uri tiene que hacer frente cada día. “El clima actual es demasiado imprevisible; no podríamos hacer nuestro trabajo sin los túneles (invernaderos más abiertos)”, señala. Estos invernaderos son cruciales para proteger los cultivos de las inclemencias del tiempo.

Los ciclos de cultivo también se han visto alterados. “Los espárragos tienen el ciclo más corto cada año, y las alcachofas solo se cosechan durante tres meses ahora,” explica Uri. La necesidad de ajustar el calendario de plantación y cosecha es constante, afectando a cultivos tradicionales como el brócoli.

La importancia de los productos de temporada

A pesar de los desafíos, Uri encuentra formas para que esta agricultura ecológica sea sostenible tanto para los productos como para los recursos humanos. “El verano es un periodo muy duro. Además del calor, hay que sembrar y las malas hierbas crecen muy rápido, por lo que hemos enfocado nuestro ciclo productivo a las vacaciones: planto más tarde para que en septiembre sea el pico de producción,” nos dice. Este enfoque asegura que los consumidores puedan disfrutar de productos frescos y de alta calidad en su mejor momento, a pocos kilómetros de los barrios.

El trabajo de agricultores como Uri es esencial para el futuro de nuestro planeta. Su dedicación y esfuerzo garantizan alimentos saludables y promueven prácticas que  ayudan a la relocalización y la supervivencia de una agricultura local y sostenible. Y nuestro apoyo es fundamental también para contribuir a un sistema alimentario más justo para todos. 

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