Desmontando el mito de que los alimentos ecológicos son caros

Producto ecológico versus producto convencional ¿cuál sale más caro si se contabilizan también los costes sociales y ambientales a corto y a largo plazo? Tratar la comida como simple mercancía y olvidarnos de todas las variables que influyen en el precio de un producto es desvirtuar el valor real de los alimentos.

¿Quién se lleva el margen de lo que tú pagas?

En el modelo agrícola impulsado por las multinacionales y las grandes superficies, los únicos beneficiados son ellos. Estos intermediarios ponen nuestro consumo al servicio de la lógica del mercado y desde esta perspectiva, el valor de la comida depende de la bolsa y de la especulación en los mercados financieros. ¡Increíble, pero cierto! Por ejemplo, sucede que muchas manzanas que se venden en los supermercados llevan dos años en cámara frigorífica porque se han esperado los movimientos especulativos de subida de precios.

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La llamada distribución moderna (supermercados, hipermercados, cadenas de descuento…) ha cambiado el dónde, el cómo y lo que consumimos

¿Cuál es el precio a pagar?

Las consecuencias son drásticas y hacen muy difícil la supervivencia de las explotaciones campesinas porque el agricultor cada vez cobra menos por su producto y adquiere más dependencia con las empresas de la gran distribución.

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Las grandes superficies además impulsan la comercialización de productos producidos y comprados en cualquier parte del mundo

Pero el consumidor también sale perdiendo, porque paga más por un producto de menos calidad. También si compra en los supermercados que ahora, por arte de magia, se han pasado a lo ecológico. Sus acciones de marketing, enfocadas a dar una imagen ecológica responsable (greenwashing) aumentan los precios hasta cinco veces más por algo que sigue las mismas prácticas de mercado.

¿Cuánto vale el trabajo de un productor?

El modelo contrario a estas políticas de liberalización del comercio es la agricultura social. Tal y como nos han comentado varios productores de ¡La Colmena Que Dice Sí!, “el campo tiene un reloj biológico y no espera; así que trabajamos 7 días a la semana durante muchísimas horas”.

Esta manera sostenible de producir, hoy por hoy es mucho más costosa. Tomemos el ejemplo de la patata. Desde que se planta hasta que se recoge pasan 4 meses. Y durante este tiempo, cada día el agricultor dedica 5 horas diarias a sacar las malas hierbas. Lo mismo pasa con muchos de los cultivos, y además en algunos de ellos como en el caso de las judías o de los guisantes, durante su recolección, para obtener solamente 1 kg ¡se necesitan 45 minutos!

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Uno de los productores de ¡La Colmena Que Dice Sí! recogiendo judías

En los cultivos convencionales de patatas en cambio, abrir la tierra y tirar un mínimo de 15 productos químicos ya es suficiente para que pasen los 4 meses sin hacer nada más. Así que el trabajo del campesino ecológico ha sido ¡2500 veces más! Y éste es el coste del esfuerzo y el cuidado necesario por el medio ambiente que se ve reflejado en el precio final de los productos.

Por eso, cuando salen al mercado alimentos convencionales a precios reventados, tengamos en cuenta cómo se han producido y lo poco que se está valorando el trabajo real del productor.

“Lo preocupante es que se haya normalizado una situación que no es normal. Cuando hablas con un consumidor que siempre ha comprado lo que hay en los supermercados, te dice que lo ecológico es lo diferente. Pero los precios reales son los que los propios productores calculan según su trabajo, y no los que dictan las multinacionales”, comenta Eduard, productor de ¡La Colmena Que Dice Sí! El mundo al revés…

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Productores trabajando la tierra porque empieza la temporada de los calçots en Cataluña. Finca Horts Ca N’Alegria, en Molins de Rei, Barcelona

El coste de las cosas es relativo

Así que quizás el planteamiento podría ser el siguiente: si piensas que el precio de 1 kg de manzanas ecológicas a 2 € es caro, prueba de enfocarlo de otra manera. Piensa que con 2 € le puedes dar hasta 6 meriendas nutritivas a tu hija, en lugar de comprarle algún producto de bollería que te da sólo para 1 o dos meriendas y no será tan beneficioso para ella.

Porque la diferencia en el precio también lo es de salud. Comprando arroz convencional nos ahorramos 1 €, pero dejamos de beneficiarnos de un 50% más de los nutrientes que sí que tiene el arroz ecológico. Lo mismo pasa con la carne. No se tiene porque dejar de comer (excepto si se apuesta por ser vegetariano, claro), sino que se puede consumir menos pero que ésta sea de más calidad, con lo cual los nutrientes finales que benefician a nuestro organismo serán muchos más.

Sabemos que el sistema está montado así y que el proceso de industrialización de la producción agraria no ayuda, pero como consumidores podemos elegir. Y a veces es suficiente con hacer un cambio de chip.

(Artículo redactado gracias a las conversaciones con algunos productores de ¡La Colmena Que Dice Sí!)


Para saber más:

El libro Supermercados, no gracias, que coordinan Xavier Montagut y Esther Vivas, cuenta el impacto de las grandes cadenas de distribución, a la vez que plantea alternativas de comercialización directa entre productores y consumidores.

Otro título es Alimentos Globalizados, del mismo autor Xavier Montagut y Fabrizio Dogliotti.

El documental El mundo según Monsanto denuncia los efectos negativos que provocan los productos agroquímicos y las semillas de soja transgénica que comercializa la empresa más grande del mundo del sector.

 

 

 

 

 

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