Cómo empezar bien un huerto: observa y alimenta tu suelo

¿Tienes tus herramientas de jardinería listas, tus paquetes de semillas perfectamente alineados y te mueres de ganas de excavar en la tierra y plantar tus futuros tomates? ¡Espera un momento! Antes de lanzarte de lleno a esta aventura, tómate un tiempo para familiarizarte con el suelo de tu jardín.

Si entendemos bien cómo es nuestro suelo, sentaremos las bases para un jardín fértil, resistente y saludable. A continuación, le explicamos cómo proceder paso a paso, con delicadeza, para empezar con buen pie.

Interpreta tu suelo gracias a las plantas bioindicadoras

¿Pensabas que tendrías que enviar muestras de tierra a un laboratorio o invertir en material sofisticado? Buenas noticias: la naturaleza ya te ofrece valiosas pistas. Basta con observar las plantas silvestres que crecen espontáneamente en tu suelo, ya que son las mejores indicadoras de su estado. En función de la cantidad de estas plantas bioindicadoras, podrás determinar ciertas tendencias de tu suelo.
Algunos ejemplos sencillos que conviene recordar:

El llantén grande suele delatar un suelo compactado y poco aireado, créditos Pauline Sutter.

  • Ortiga (Urtica dioica) : muy ávida de nitrógeno, indica un suelo rico, a menudo demasiado.
  • Diente de león (Taraxacum officinale) : su potente raíz indica un suelo rico y a menudo compacto o pisoteado.
  • Llantén grande (Plantago major) : se instala en zonas compactadas y poco aireadas.
  • Correhuela (Convolvulus arvensis) : prefiere suelos saturados de nitrógeno y compactados.
  • Cola de caballo (Equisetum arvense) : su aparición indica un suelo hidromórfico, mal drenado.

La ortiga, amiga del compost, es indicadora de un suelo rico en nitrógeno.

Estos ejemplos te proporcionan claves sobre los elementos de textura de tu suelo, su compactación, sus excesos o sus carencias. Al observar las plantas bioindicadoras, aprenderás a descifrar las necesidades del suelo incluso antes de intervenir, simplemente observando.

Dos pruebas caseras para conocer el tipo de suelo

Por supuesto, las plantas nos dicen mucho sobre la naturaleza de nuestro suelo, pero si deseas ir más allá, existen otras dos pruebas sencillas para conocer la textura de tu suelo: ¿es arenoso, limoso o arcilloso?

La prueba del churro

Toma un puñado de tierra húmeda, amásala como si fuera plastilina e intenta formar un pequeño rollo o churro:

  • ¿Se desmorona enseguida? Seguramente tu suelo es arenoso.
  • ¿Se mantiene un poco pero se rompe fácilmente? Más bien limoso.
  • ¿Es pegajoso, plástico y forma un churro bien estable? Es un suelo arcilloso.

La prueba del frasco

Vierte una muestra de tierra en un frasco transparente, añade agua, agítalo enérgicamente y déjalo reposar varias horas:

  • La arena cae primero.
  • A continuación, se deposita el limo.
  • La arcilla, muy fina, permanece en suspensión durante mucho tiempo.

Resultado: obtienes capas visibles que te indican las proporciones. Es una buena base para adaptar tus prácticas a tu tipo de suelo.

Prueba del frasco: una forma sencilla de conocer la composición de tu suelo, créditos Pauline Sutter.

¿Cómo nutrir el suelo según su naturaleza?

Ahora que conoces mejor tu suelo, es hora de nutrirlo. ¡Pero no de cualquier manera! No se nutre la planta, se nutre la vida del suelo, ¡y es ella la que nutrirá tus verduras!

Si tu suelo es arenoso:

  • Es ligero, drenante, pero pobre.
  • Hay que enriquecerlo a menudo, aportando compost maduro, estiércol bien descompuesto y, sobre todo, mantillo para limitar la deshidratación.
  • Las aportaciones deben ser regulares, ya que todo «se escapa» rápidamente.

Si tu suelo es arcilloso:

  • Es rico, pero denso, pegajoso y poco aireado.
  • Trabájalo superficialmente, sin voltearlo. Usa una horca o una horquilla.
  • Airea con tierra de raíces profundas (phacelia, mostaza, etc.).
  • El acolchado y el compost mejoran su estructura y limitan la formación de una costra superficial.

Sin protección, el suelo arcilloso se agrieta a la primera señal de calor.

Si tu suelo es limoso:

  • Suele ser muy fértil, pero frágil.
  • Se compacta rápidamente si se pisotea y se encostra fácilmente si no se protege.
  • El acolchado es esencial, al igual que añadir una cantidad equilibrada de materia orgánica.

Algunas buenas prácticas para todos los suelos

Más allá de su textura, todos los suelos agradecerán estar cubiertos, vivos y nutridos con cuidado. Aquí tienes una lista de cosas que debes recordar para tener un suelo vibrante y rico.

Abonos verdes

Los abonos verdes son plantas que se siembran para mejorar la estructura del suelo o enriquecerlo. Estas plantas, como las habas, el trébol o la arveja, no están destinadas a la cosecha, sino que desempeñan otras funciones:

  • Protegen el suelo de las inclemencias del tiempo.
  • Fijan nitrógeno (para las leguminosas).
  • Sus raíces airean el suelo de forma natural.

Se siembran entre cultivos o en otoño/invierno para estructurar y enriquecer el suelo.

La mostaza es un fertilizante verde ideal para estructurar el suelo cubriéndolo eficazmente.

Acolchado

El acolchado es uno de los mejores aliados del suelo: hojas muertas, paja, virutas, recortes de césped seco… Es la cobertura que se coloca sobre el suelo para limitar la evaporación, nutrir la vida del suelo, prevenir las malas hierbas y promover la actividad microbiana. Es una excelente alternativa a la labranza, ¡y un verdadero ahorro de tiempo! Al aplicar el acolchado, aplica de 10 a 15 cm para una eficacia óptima.

Un buen acolchado retiene la humedad, nutre el suelo y protege la vida que allí se esconde, de Pauline Sutter.

Compost

Finalmente, el compost sigue siendo una base esencial. Producido a partir de tus residuos de comida y los de tu jardín, el compost es una tierra negra que constituye un aditivo de alta calidad para tu huerto. Aplicado en la superficie, fomenta la actividad de las lombrices y los hongos del suelo. No es necesario enterrarlo; la tierra se encarga de ello: en permacultura, todo ocurre en la superficie, como en un bosque.

Antes de lanzarte de lleno a tu huerto y plantar, debes aprender a observar. Al dedicar tiempo a comprender tu suelo y tomar las medidas adecuadas para mejorar sus cualidades, sientas las bases para un huerto sostenible y abundante.

Así que, para cultivar sin errores: observa tus plantas silvestres, toma un puñado de tierra y mejórala según corresponda.

Artículo de Pauline Sutter.

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