Agricultura resiliente ante el cambio climático

La producción agrícola siempre ha estado sujeta a la variabilidad natural de las lluvias, de la temperatura y de otras condiciones del clima. Lo que cambia ahora es que los fenómenos meteorológicos son cada vez más frecuentes y extremos: olas de calor, nevadas inesperadas y las actuales lluvias, en ocasiones torrenciales, que se han repetido esta primavera semana tras semana.

Consecuencias climáticas en todo el planeta

Si tenemos en cuenta los episodios de sequía que llevábamos arrastrando desde el verano anterior, las lluvias actuales parecen una bendición. Y sin duda lo son porque llenan ríos, pozos y recargan los acuíferos subterráneos. Sin embargo, algunos estudios apuntan que estas lluvias están directamente relacionadas con el calentamiento global del planeta. 

Así, se menciona la ecuación de Clausius-Clapeyron, que afirma que por cada grado centígrado de calentamiento el aire puede contener entre un 6 y 7% más de agua. En la zona del Océano Atlántico Norte el aire de la atmósfera se ha calentado 1ºC más que la media de 1980 a 2011, así que este 6-7% más de humedad se evapora, se condensa en la altura y regresa a la tierra en forma de lluvia. 

Lluvias intensas, combinado con olas extremas de calor y la consecuente sequía, parece ser la tendencia en los últimos años, sin duda relacionados con los efectos de 2 patrones meteorológicos El Niño y La Niña (fenómeno ENSO -El Niño-Southern Oscillation-), que aunque se originan en el Océano Pacífico, tienen efectos en todo el mundo. 

Por su parte, El Niño tiende a crear un clima más cálido de lo normal y esto puede causar un otoño e inviernos más húmedos en el sur de Europa. La otra mitad del fenómeno, La Niña, es básicamente lo contrario: las temperaturas del océano a lo largo de la mitad oriental del Pacífico tropical se enfrían y esa parte del mundo se seca. El cinturón de calor y lluvia se desplaza hacia el otro lado del océano, lo que significa que Australia, Indonesia y el sureste de Asia son más húmedos y cálidos de lo habitual.

Así que por una parte los océanos se han ido calentando de forma rápida y constante debido al cambio climático, y por la otra el fenómeno ENSO de El Niño, que ha existido durante miles de años, es probable que persista en el futuro, con más fuerza y ferocidad.

¿Cómo afecta este calentamiento global a la agricultura?

A pesar de que este año para nosotros como agricultores ha llovido cuando estábamos casi al límite, y por eso las floraciones de los árboles y plantas han ido bien, la tendencia general es que cada vez haga más calor”.

Esto significa que de aquí a 15 o 20 años habrá menos evaporación en las plantas y los agricultores tendrán que buscar estrategias para que estas no sufran estrés hídrico por la falta de agua. Lo mismo pasará con el terreno, ya que la tierra tiene que tener un grado de humedad óptimo para que la planta se desarrolle. “Tendremos que aprender a conseguir este equilibrio, a pesar del clima”. 

De momento, ya se están viendo modificaciones en los ciclos naturales de las plantas: “las plantas son muy sensibles a cualquier cambio (tanto en horas de luz, como en variaciones de calor o frío) y eso provoca que en este escenario de aumento de las temperaturas estemos viendo floraciones de plantas y árboles en épocas en las que no deberían estar floreciendo. Hay insectos que salen más temprano y empiezan la polinización”.

Así, verduras de otoño-invierno (como el brócoli o la coliflor) florecen antes de tiempo. 

También es el caso de los guisantes, “que en lugar de florecer en primavera como es habitual, lo están haciendo a finales de noviembre o principios de diciembre. Esto puede ser positivo en un aspecto porque podemos recoger y vender los guisantes antes, pero también aporta mucha incertidumbre porque si el clima cambia de repente podemos perder parte o todo el cultivo.” 

O hasta en el caso de los calabacines y las habas, como la planta no se poliniza bien se producen malformaciones. Y a la lista añadimos los espárragos y las alcachofas, que tienen cada año el ciclo más corto debido al calor. “El ciclo acaba siendo tan corto que hasta nos estamos planteando si vale la pena seguir cultivándolos”. 

Algunas plantas florecen antes, y otras sencillamente dejan de crecer. Plantas como las acelgas, las lechugas, y otros productos de hoja necesitan un calor suave y son muy sensibles a los cambios de temperatura. Con un calor extremo producen flor, y ya no son aptas para la venta.

Otra consecuencia del aumento de calor durante el año es que algunas plagas también persisten más tiempo. “La mosca negra o el pulgón, que eran típicas del verano y la primavera, ahora también las encontramos durante los meses de invierno. Las heladas hacían que estos insectos redujesen su actividad durante los meses fríos, pero con la llegada de inviernos más cálidos viven más tiempo y afectan a nuestros cultivos”.

Finalmente, otro cambio parece ser el aumento de las tormentas de granizo, tradicionalmente típicas de finales de la primavera. “Lo que nos está pasando últimamente es que las tormentas de granizo están cayendo también en agosto, y nos destrozan la producción de todo el año (lo que queda del verano y la producción que estábamos preparando para el otoño-invierno)”. 

A pesar de los cambios que se están viviendo en el campo y este escenario global impredecible, los agricultores afirman determinados que “tendremos que adaptarnos a los tiempos que vienen y adoptar nuevas prácticas”. La observación, la creatividad y la resiliencia serán aliados estratégicos para enfrentar la situación. 

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Este artículo cuenta con diferentes testimonios de agricultores de la red de Colmenas. 

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