¿Qué te ha pasado, guapa? Hace dos días llovió, me responde sollozando la hoja de roble totalmente desfigurada. Y ayer han atacado. ¿Quiénes? Las setas. Con sus filamentos, entraron por mis poros y me inyectaron su poción mortal: una mezcla de enzimas. Es peor que el ácido esa cosa, te devora desde adentro. Como puedes ver, nadie vino a defenderme. Sabes, una vez que las setas han pasado por aquí, me vuelvo perfectamente consumible. Todo el mundo puede comerme. Ah, todo está perdido.

¡Hola! ¿Puedo pasar? Espera, dice el ratón de campo a la defensiva. En primer lugar, podrías golpear. En segundo lugar, mi tránsito intestinal forma parte del ecosistema. Como, digiero y restituyo a la tierra los alimentos ya transformados. ¿Piensas que las zanahorias se alimentan de los vegetales directamente? Pues no, necesitan minerales. Yo me encargo de garantizar la primera etapa, como los brotes jóvenes de las plantas y los restituyo al suelo ya un poco descompuestos. ¿Sabes cómo me llaman? Descomponedor o incluso detritívoro. Venga, vamos, que no he acabado.

A ver, a ver, piedrecillas, que no puedo pasar. Despacio, despacio, un poco de respeto, por favor. Le recuerdo que hace cientos de millones de años no había nada más, solo nosotros, los hermosos bloques de granito. Nuestra roca pura, compacta y uniforme era la soberana del mundo. Nos llamaban incluso “roca madre”. Todo era bello y puro. Luego llovió, salió el sol, algunas plantas empezaron a instalarse. En algunos años, otras rocas empezamos a pulverizarnos, fragmentarnos, alterarnos. Otros vegetales nuevos se pusieron a crecer entre nuestras grietas, los animales vinieron a comer estos vegetales y dejaron su pequeño regalito. Todo esto nos ha cambiado. Nos hemos transformado en granos de arena o en arcilla. Y míreme a mí hoy, ayer era sólida como una roca y ahora en el siglo XXI me he reducido al tamaño de un tomate cherry. Qué tristeza.

¿Qué está bebiendo Sr. Guisante? Me nutro en un 78% del nitrógeno que hay en el aire. ¿Y está bien? Pues sí, no está mal. Después, lo restituyo al suelo cuando perezco. Es una gran hazaña, realmente, muy pocas plantas pueden fijar el nitrógeno en estado gaseoso. De hecho, aparte de las leguminosas, algunos arbustos americanos y yo, no conozco a nadie más que sea capaz de semejante hazaña. Esto es gracias a mis nudosidades, unos pequeños sacos que hay en mis raíces, en donde se alojan las bacterias del género Rhizobium. En realidad, son estas nudosidades las que capturan el nitrógeno del aire. Sin ellas, no soy gran cosa. Pero bueno, en fin, no se encariñe conmigo, en unos meses ya no estaré aquí. Solo soy un cultivo de pasaje. Un abono verde, como dicen por aquí.

¡Ay, pobrecillo! Y pensar que el topo nunca ha visto la luz del sol. Pero a la vez, no todo está perdido para todo el mundo. Sería bueno encontrar un poco de fósforo, potasio y algunas microdosis de minerales allí adentro.

¡Hola chicas! ¿Por qué tanto sube y baja? Pues es parte de nuestro trabajo, responden a coro las lombrices. Aquí nos llaman las mezcladoras. Nos sumergimos en el suelo, llevamos la arcilla hacia arriba y enterramos las materias orgánicas más abajo. ¿Cómo lo hacemos? Excavamos túneles, para eso nacimos. El mismo Darwin decía que éramos más indispensables que un arado o alguna otra máquina de esas. Un día comemos arriba y vamos al baño abajo, y al otro día hacemos al revés. De esta manera, nosotras también aseguramos una fragmentación cada vez mayor de la capa superficial, el colchón de vegetales que recubre el suelo.

Bueno, parece que es una manía esto. ¿Sois todos coprófagos aquí o qué? ¡Sois unos guarros! Beatriz, es que esa es una especialidad de los colémbolos, los habitantes del suelo. Y nuestro trabajo es muy noble. Al hacer pasar la capa superficial del suelo de un tubo digestivo al otro, la degradamos, la fragmentamos para que las bacterias puedan cumplir su papel, que es transformar la materia orgánica en materia inorgánica. Si no estuviésemos aquí, las plantas nunca podrían pasar a la mesa. Así que esas pequeñas lecciones de buenos modales, quédese con ellas, nosotras no las necesitamos.

¡Pero si hay una multitud aquí! Me sorprendes, responde la bacteria. En un gramo de suelo hay entre 10 millones y mil millones de bacterias. ¿Y qué hacen aquí todas apretadas? Somos aprendices de químicos. Amonización, nitrosación, nitración: encadenamos las fórmulas químicas con N, H u O2. Nuestro trabajo es convertir la materia orgánica ya bien fragmentada en materia inorgánica. Una vez que hacemos eso, el suelo queda cargado de nitratos, que las plantas pueden asimilar perfectamente.

¿Qué es esta multitud? Es una manifestación de todos los trabajadores de la tierra, los consumidores primarios, los secundarios, los descomponedores, los fabricantes de humus y los comedores de desechos. Gloméridos, cochinillas, oribátidos, larvas, dipluros, ciempiés, opiliones, ácaros, estafilinos, pseudoescorpiones. Somos una máquina compleja en este mundo bajo los pies, y si uno de nosotros falta, toda la máquina deja de funcionar. Somos eslabones esenciales de la cadena alimentaria. No tratéis nunca de separarnos.

Bueno, pues, ya hemos visto a todo el mundo. Debo decir que han trabajado duro estos pequeñines del suelo. Gracias a ellos, las plantas podrán crecer, crecer y crecer… Venga, ¿volvemos arriba?