Marta y Martín son el motor detrás de dpagès, una de las primeras granjas de cerdos ecológicas de Catalunya. Esta pareja originaria del Solsonès trabaja día a día con pasión y compromiso por un modelo agroalimentario alternativo. El rechazo a las prácticas porcinas convencionales y una fuerte convicción por la producción sostenible fueron el impulso que los llevó a montar este proyecto empresarial que acabó por convertirse también en proyecto de vida. Crecimiento lento, partos en libertad o ausencia de antibióticos son algunas de las prácticas que marcan su sello propio.
“Asistir al primer parto en libertad fue impactante: la cerda construyó el nido por sí sola, sin ninguna ayuda ni intervención por nuestra parte, y todo se desarrolló de manera armoniosa. Esta experiencia nos hizo ver que el animal tiene la seguridad suficiente para atravesar ese momento biológico sin intervención, y eso pasa porque las cerdas son muy conscientes de lo que les está pasando en el momento del parto. Para nosotros fue muy emocionante, y para mí como mujer todavía más”, comenta Marta Borràs, impulsora de dpagès.
¿A qué os dedicabais antes de montar dpagès?
Martín y yo estudiamos ingeniería agrónoma. Martín estaba trabajando en una empresa especializada en riegos, y yo, como hice un Máster en Producción Porcina Intensiva, había empezado a trabajar en una empresa porcina convencional. Mi padre también había trabajado toda su vida en el sector, y por ello en la familia ya teníamos un conocimiento profundo de este tipo de producción.
Si teniáis una larga experiencia en el porcino convencional, ¿qué os impulsó a cambiar radicalmente de modelo y montar una granja de cerdos ecológica?
Conocer en profundidad las prácticas del porcino convencional fue, precisamente, lo que nos hizo querer apostar por una alternativa. dpagès surge de esa experiencia previa: no estábamos de acuerdo ni en la forma de producir, ni en la forma de comercializar, y tampoco en la estructura empresarial que hay detrás de la producción convencional.
Esta constatación se unió a nuestro deseo de quedarnos a trabajar en nuestra tierra, el Solsonés, y nuestra voluntad de crear un proyecto que nos emocionara y nos permitiera levantarnos cada mañana con muchas ganas. De ahí surgió el deseo de montar nuestra granja.
Sois los únicos en Catalunya que trabajáis con el cerdo Gascón. ¿Por qué habéis elegido esta raza y en qué se diferencia de las otras?
El gascón es una raza rústica, de la familia de los ibéricos, que actualmente se encuentra en peligro de extinción. Además, según las investigaciones actuales, esta raza estaría estrechamente emparentada con el ya desaparecido cerdo catalán.
Desde nuestro punto de vista apostar por la producción ecológica es una decisión integral y por ello no queríamos usar una raza de cerdo de capa blanca [el que habitualmente se usa en la producción convencional]. El gascón es un cerdo de capa negra, con un ligero pelaje que lo diferencia de las otras razas.
No es una raza con unos altos índices productivos, pero sí que presenta una rusticidad que se adapta muy bien a las condiciones de cría ecológicas. Tiende a infiltrar muy bien la grasa y eso hace que obtengamos una carne mucho más tierna y sabrosa.
Sabemos que los tratáis con mucho cariño y que son casi como miembros de la familia ¿cómo transcurre el día a día con vuestros cerdos?
Nuestra granja es un poquito como un centro mindfulness para los cerdos [risas]: cuando los visitas no escuchas gritos y eso es porque están siempre muy tranquilos, con un ritmo completamente diferente al de explotaciones porcinas convencionales.
Nosotros mismos les damos de comer, limpiamos el corral, inseminamos a las cerdas, y los y las vacunamos cuando toca. También asistimos a los partos. En verano, si hace mucho calor, les echamos agua para que estén un poquito más fresquitos. Por último, en ocasiones, toca destetar [separar a los lechones de sus madres] y cambiarlos de corral.
¿Puedes contarnos cómo es el ciclo de vida de los cerdos, desde que nacen hasta el sacrificio?
Al nacer los lechones están con sus madres en un corral individual, hasta que transcurren aproximadamente 21 días. Pasado este periodo, los trasladamos a lo que llamamos ‘la sala de lactación conjunta,’ que comparten con otras 6 madres y sus lechones, y conviven hasta que las crías tienen unos 2 meses. Durante este período los lechones siguen tomando leche materna y comienzan a comer pienso.
Posteriormente se produce el destete: las madres se quedan en un corral contiguo y los lechones son trasladados a otra nave donde se realiza el engorde. Allí están hasta los 8 meses, criados en libertad y con mucho espacio para moverse. La granja está totalmente abierta al exterior. Así que todos los corrales tienen interior y patio exterior. No tenemos jaulas, los animales gozan de libertad de movimiento en todas las fases.
Las madres, por su parte, cuando ya se han recuperado de todo esto y vemos que están otra vez en condiciones de volver a ser inseminadas, vuelven a iniciar el ciclo de gestación.
Vuestras cerdas paren en libertad. ¿Qué implicaciones tiene esto en relación al bienestar animal?
Para la cerda, como para cualquier otro animal, es de vital importancia no parir dentro de una jaula. De este modo antes del parto ella se puede preparar, construir su nido y moverse libremente. Esas condiciones permiten que a nivel hormonal se desarrollen lo que se llama las ‘cascadas’ [subidas y bajadas de hormonas que la preparan para el parto] que las ayudan a parir prácticamente sin ningún tipo de problema y sin necesidad de que nosotros intervengamos.
Es realmente impresionante verlo porque la cerda está muy consciente de que está pariendo y todo fluye bastante mejor que cuando medicalizas y controlas el parto. Es muy importante señalar que cuando nacen los lechones no les cortamos ni colas ni dientes [una práctica que, tristemente, sí es habitual en el porcino convencional], y así evitamos un estrés importante para el animal.
De ahí que vuestro logo sea una cola de cerdo…
¡Exacto!
Cuando llega el final del ciclo de vida de los cerdos, ¿cómo garantizar que haya bienestar animal?
Nosotros controlamos todo el proceso. El matadero con el que trabajamos está a 25 minutos de nuestra granja. Vamos en un camión que, además, es bastante más amplio que el número de cerdos que llevamos, por lo tanto no viajan apretados, y eso disminuye su estrés.
El trayecto es muy cortito, el matadero es pequeño y ello nos permite saber en qué condiciones se produce el sacrificio. Cuando se sacrifica son previamente aturdidos para evitar que estén conscientes y sufran. En eso sí que estamos muy tranquilos porque sabemos que las cosas en el matadero se hacen bien, cosa que para nosotros es vital.
La producción porcina industrial es responsable de la contaminación de los acuíferos por nitratos, un grave problema en las comarcas de la Catalunya Central que recientemente han vuelto a denunciar varios grupos ecologistas. ¿En qué se diferencia la producción ecológica?
De entrada partimos de un hecho diferencial: la producción ecológica no genera purín, sino estiércol. El purín es el desecho generado por la explotación porcina convencional (un residuo mezcla de agua, orín y excrementos).
Nuestros cerdos pisan un lecho de paja que limpiamos y renovamos regularmente, y allí es donde hacen sus necesidades. Este desecho a medida que transcurre el tiempo, fermenta, convirtiéndose en estiércol. Por lo tanto, antes de ser aplicado en los campos vecinos ha hecho una digestión previa y ya no representa un problema ambiental. Más bien al contrario: se trata de un producto mucho más preparado para que la tierra lo pueda absorber y asimilar de forma natural.
A nivel nutricional, ¿qué diferencias hay entre la carne de cerdo ecológica y el porcino industrial?
En primer lugar, en dpagès podemos afirmar que el 95 por cien de los cerdos que salen de nuestra granja están libres de antibióticos. Además, las autoridades en producción ecológica marcan que, en caso de necesitar aplicar algún medicamento, debemos esperar el doble de tiempo que en el porcino convencional antes del sacrificio. De esta manera, y solo en el caso de que sea estrictamente necesario aplicar antibiótico a alguno de los animales, nos aseguramos que cuando este va al matadero prácticamente ya no queden residuos.
En segundo lugar, sabemos que la calidad de la carne es proporcional al estrés que sufre el animal. En nuestro caso, como te decía, evitamos el sufrimiento de los cerdos desde su nacimiento hasta su muerte, y ello permite que vivan toda su vida con unos niveles de estrés muy buenos.
Por último, el traslado al matadero, la última parte de su vida, también suele ser un momento muy estresante para el animal y eso afecta directamente en la calidad de la carne. En nuestro caso, también se produce en condiciones muy controladas que reducen el estrés al máximo.
Nuestro principal indicador de bienestar animal es que nuestros animales no se muerden la cola [un signo de ansiedad característico en los cerdos y la razón por la cual se extendió la práctica de mutilación en el sector porcino industrial].
Las prácticas respetuosas con la vida del animal y directamente relacionadas con las propiedades nutritivas del alimento aumentan el precio del producto. ¿Qué les dirías a aquellos que piensan que la carne ecológica es cara?
El cerdo de hace muchos años atrás era grasoso y gustoso, ¡porque así son los cerdos! Nosotros queremos volver al pasado y ofrecer una carne gustosa, tierna, infiltrada. Conseguirlo no es fácil, por eso el ritmo de crecimiento de nuestros animales es lento, con una alimentación basada en harina de cereal y forraje ecológicos y disminuyendo drásticamente la utilización de medicamentos y antibióticos que perjudican la calidad de la carne.
Todo ello conlleva tiempo y dedicación, y hace que la carne ecológica tenga un precio superior en el mercado. Pero hay que tener claro que el motivo es porque se trata de una carne mucho más costosa de producir.
Estamos convencidos que al final apostar por un modelo de producción de carne sostenible, acaba siendo lo mejor para todos: para los animales, para nuestra salud y para el medio ambiente.
Los cerdos son animales muy inteligentes, ¿hay alguna interacción con ellos que te haya marcado especialmente?
Sí, claro, hay varias. Te contaré una anécdota y una experiencia.
Hace años tuvimos un macho que era muy divertido, le llamábamos el Jhonny. Fue nuestro primer macho recela [el macho que se utiliza para ayudar a detectar si las hembras están en celo y, por tanto, en disposición de ser inseminadas] y era un tío muy simpático. Lo dejábamos correr por toda la granja y cuando lo llamábamos venía enseguida; era muy mimoso. Cuando hacíamos visitas a nuestras instalaciones a todos los asistentes les caía en gracia. Incluso llegó a salir en TV3.
Por otra parte, una experiencia que a mi personalmente me gusta muchísimo explicar es cuando vimos parir a una cerda en libertad por primera vez . Es algo que nos daba mucho miedo, y de lo que no teníamos experiencia (hasta entonces nunca habíamos visto a cerdas parir sin jaula).
Cuando asistimos a nuestro primer parto en libertad fue impactante: la cerda construyó el nido por sí sola durante horas, sin ninguna ayuda ni intervención por nuestra parte, y todo se desarrolló de manera armoniosa. Esta experiencia nos hizo ver que el animal tiene la seguridad suficiente para atravesar ese momento biológico sin intervención, y eso pasa porque las cerdas son muy conscientes de lo que les está pasando en el momento del parto.
Para nosotros fue muy emocionante, y para mí, como mujer, todavía más. Cuando nacieron mis hijos yo quise un parto con total libertad, quería moverme y, si alguna vez me hicieron tumbar en la camilla, me morí de dolor. Así que entendí muy bien el porqué de lo que estábamos haciendo y del éxito de dejarlas parir sin jaula. A nivel hormonal, poder realizar este conjunto de rituales tan instintivos y tan naturales es la mejor forma de permitirles ser ellos mismos.
Entrevista de Flavia Laurencich, Responsable de la Colmena de Guinardó – Bons Focs (Barcelona) y de la Colmena Cala Romana – Can Stella (Tarragona).
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