Más allá de los datos: el impacto del cambio climático en el campo

Los agricultores se enfrentan a un clima desconocido que está produciendo, entre otras cosas, que los ciclos naturales de las plantas se modifiquen, que aumenten las plagas y que, en algunos casos, se pierda la producción. En este escenario la adaptación al cambio demuestra ser un aliado estratégico para enfrentar la situación. Nos hemos reunido con tres hortelanos que forman parte de ¡La Colmena Que Dice Sí! para conocer cómo está afectando la emergencia climática a nuestros agricultores.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

La comunidad científica lo viene alertando desde la década de los 70’; instituciones como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lo incluían en sus previsiones desde los años 90’; activistas, movimientos ecologistas, vecinales y sociales llevan décadas movilizándose para hacer visible este problema mayúsculo que tenemos delante de nuestras narices.

Y, pese a todas estas alertas, pareciera que el problema no ocupó una presencia real en la agenda política y mediática hasta hace pocos años, con la irrupción de Greta Thunberg y el movimiento Fridays for Future a nivel global, así como con la existencia de fenómenos climáticos extremos devastando diferentes zonas del globo de manera simultánea o muy cercana en el tiempo.

Incendios descontrolados en la Amazonia, California o Siberia. Olas de calor extremo en Canadá, Argentina o España. Inundaciones en Bélgica, Alemania y China. Los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más notorios. Y también más frecuentes.

Sin embargo, un extendido movimiento negacionista con influyentes líderes políticos al frente rechaza todavía hoy la existencia del cambio climático. Otros como Boris Johnson no tomaron consciencia de la amenza real que supone el calentamiento global hasta hace escasos años.

Ola de calor Argentina

Ahora bien, tal y como afirma el Dr. en Física, Meteorólogo Superior del Estado en la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) e Investigador en dinámica atmosférica, ciclones y cambio climático, Juan Jesús González Alemán, no todos los fenómenos extremos del clima deben atribuirse al cambio climático (podcast ’Actualidad y Empleo Ambiental’).

Si lo hacemos, caemos en el riesgo de banalizar el problema y dar más argumentos a los actores que buscan negar su existencia. Un aspecto que sin duda debemos tener en cuenta cuando discutamos esta problemática con las personas de nuestro entorno que nieguen la realidad científica del cambio climático.

Los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) están directamente relacionados con el calentamiento global, pues son los principales causantes de las emisiones de dióxido de carbono (responsables de que el calor se quede atrapado en la atmósfera). También la reducción de los bosques y de la biodiversidad (responsables de almacenar carbono y de absorber los gases de efecto invernadero).

El calentamiento del planeta no es malo de en sí (sin él nuestro planeta sería extremadamente frío), el problema es el incremento sin precedentes de ese calentamiento desde la década de 1950 (una tendencia que se originó con la Revolución Industrial, pero que se aceleró estrepitosamente desde mediados del siglo pasado).

Por ello se habla de calentamiento global antropogénico, es decir, se trata de un fenómeno que lejos de deberse a causas naturales, está siendo provocado por la actividad humana.

Ahora bien, el modelo de desarrollo y el crecimiento de nuestras economías están basados en la quema de estos combustibles, por lo cual, el reto que tenemos delante es mayúsculo.

Si queremos hacerle frente es preciso emprender un profundo cambio socioeconómico. Un informe de Intermon Oxfam afirma que en 2050, las economías de los países del G7 podrían contraerse, en promedio, hasta un 8,5% por año (el equivalente a 4,8 billones de dólares) debido al cambio climático.

Por lo que, ya sea por razones económicas, medioambientales o sociales, todo parece indicar que ya no podemos seguir mirando hacia otro lado. Nos guste o no, debemos repensar nuestro modelo de desarrollo. Y en esta reflexión el decrecimiento parece un camino ineludible.

Consecuencias en la huerta

Además de ser un riesgo múltiple para la economía, la agricultura y otras actividades humanas, la crisis climática constituye según la FAO uno de los factores principales que, o bien ya está condicionando, o bien podría condicionar la seguridad alimentaria (dependiendo de la parte del globo donde pongamos la lupa).

Hay cuatro dimensiones que, según este mismo organismo, definen la seguridad alimentaria: la disponibilidad de los alimentos, el acceso económico a ellos, las propiedades nutritivas de estos y, finalmente, la estabilidad en el tiempo de los tres elementos anteriores (Cumbre Mundial sobre la Alimentación, 1996). 

La producción agrícola siempre ha estado sujeta a la variabilidad natural de las lluvias, de la temperatura y de otras condiciones del clima, pero los fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes están provocando que los agricultores tengan que adaptarse a un escenario desconocido, ideando nuevas estrategias para no perder la producción y, en ocasiones, el trabajo de toda una temporada.

Se enfrentan con cada vez mayor frecuencia a escenarios de sequía, a olas de calor, y a borrascas como la Tormenta Gloria (el ciclón extratropical que afectó gran parte del norte y este peninsular en enero de 2020, dejando 13 muertos) o el Temporal Filomena, catalogado como el temporal más intenso de los últimos 50 años, que afectó gran parte del interior de la península en enero de 2021.

Este último, por cierto, contrasta con las cálidas (y anormales) temperaturas vividas durante el pasado diciembre en España, en las que el termómetro llegó a marcar 25º en muchos puntos del país, mientras a su vez una ola de calor sin precedentes azotaba gran parte de Argentina.

En definitiva, los agricultores se enfrentan cada vez más a un clima desconocido que está produciendo, entre otras cosas, que los ciclos naturales de las plantas se modifiquen (y que se alteren las fechas de siembra), que aumenten las plagas y, en algunos casos más extremos, que se pierda la producción.

En este escenario la observación, la creatividad y la resiliencia probablemente serán aliados estratégicos para enfrentar la situación.

Para conocer de primera mano cómo está afectando la variabilidad del clima a nuestros agricultores, nos hemos reunido con tres hortelanos que forman parte de ¡La Colmena Que Dice Sí!: Xavier, de L’Horta d’Òrrius (Maresme, Barcelona); Jose Manuel, de El Huertecito (San Martín de la Vega, Madrid) y Mario, de La Huerta de Leo (Velilla de San Antonio, Madrid). Nos han contado cómo están viviendo esta situación y qué impacto está teniendo en su trabajo.

Testimonios directos desde el campo

L’Horta d’Òrrius, Barcelona

Si bien este proyecto agroecológico situado en El Maresme barcelonés no recibió un impacto fuerte del temporal Gloria (como sí sucedió a agricultores situados en otras zonas de Catalunya, como los del Delta de l’Ebre), sí que se está teniendo dificultades a la hora de planificar los cultivos debido a la variabilidad en el clima.

Las plantas son muy sensibles a cualquier cambio (tanto en horas de luz, como en variaciones de calor o frío) y eso provoca que en este escenario de aumento de las temperaturas estemos viendo floraciones de plantas y árboles en épocas en las que no deberían estar floreciendo. En mi caso particular, me estoy encontrando con verduras de otoño-invierno (como el brócoli o la coliflor) que florecen antes de tiempo, y eso arruina parte de la producción”, comenta Xavier, agricultor al frente de L’Horta d’Òrrius y miembro de la Cooperativa Agroecològica EcoMaresme.

Otro ejemplo, nos comenta, se encuentra en los guisantes que solían florecer en la primavera. “Los guisantes que planté el pasado octubre, ya estaban floreciendo a finales de noviembre o principios de diciembre. Este invierno está siendo inusualmente cálido, así que las plantas se confunden y se han puesto a florecer antes. Esto puede ser positivo en un aspecto, porque podré recoger y vender los guisantes antes, pero también aporta mucha incertidumbre, porque si ahora la tendencia cambia y comienza a hacer un invierno frío y prolongado, habré perdido este cultivo”, nos explica.

La sequía es otro tema que le preocupa, ya que la tendencia en los últimos años es que llueva con menos frecuencia y, a la vez, de manera más intensa (es decir, con más cantidad de agua por metro cuadrado).

Si bien de momento afirma no tener problemas de falta de agua en su finca, sabe que debe prepararse para la situación que afrontará de aquí a 15 o 20 años, en la que habrá que buscar estrategias para que haya menos evaporación en las plantas y que estas no sufran estrés hídrico. Sabe que el futuro pasa por adaptarse.

La Huerta de Leo, Madrid

Esta cooperativa familiar situada en Velilla de San Antonio, Madrid, se preparó para el temporal que afectó el centro de la Península en enero de 2021, pero Filomena superó sus expectativas y la preparación no fue suficiente.

Gracias a su prevención muchos de sus cultivos sobrevivieron a la nevada y las heladas. También jugó un papel importante la suerte: su nave no se vino abajo, como sí que les pasó a otros vecinos productores de la zona debido al peso de la nieve en los tejados.

Sin embargo, se encontraron con enormes dificultades logísticas en el transporte. Las calles de Madrid estuvieron colapsadas por la nieve durante 2 semanas, y esto les prohibió entregar o asegurar una recogida fácil a los consumidores, por lo que un gran porcentaje de los pedidos de esa semana se vieron cancelados, perdiendo sus ingresos.

Ahora bien, más allá de los fenómenos meteorológicos extremos como Filomena, denuncian que año tras año se están rompiendo los récords de elevadas temperaturas. “Las olas de calor cada vez más frecuentes nos hacen perder cosechas. Hay plantas como las coles, las acelgas, las lechugas, y otros productos de hoja, que cuando hay excesos de temperaturas sencillamente dejan de crecer. Son plantas que necesitan un calor suave, y que son sensibles a los cambios de temperatura. Con un calor extremo producen flor, y ya no son aptas para la venta”, comenta Mario, agricultor de la cooperativa. 

Otro problema derivado de las altas temperaturas es la necesidad de agua que tiene el terreno. “La tierra tiene que tener un grado de humedad óptimo para que la planta se desarrolle. Cuando no llueve se producen sequías, y eso no nos permite trabajar”.

También llaman la atención sobre el aumento de las tormentas de granizo, tradicionalmente típicas de finales de la primavera. “Lo que nos está pasando últimamente es que las tormentas de granizo están cayendo también en agosto, y nos destrozan la producción de todo el año (lo que queda del verano y la producción que estábamos preparando para el otoño-invierno). Ese es el gran miedo referente al clima que tenemos como agricultores.”

Ese y las heladas tardías, otro gran problema para los agricultores de Madrid. Con inviernos cada vez menos fríos y veranos muy calurosos, las heladas se reducen y con ello aumentan las plagas. “La mosca negra o el pulgón, que eran típicas del verano y la primavera, ahora también las encontramos durante los meses de invierno. Las heladas hacían que estos insectos redujesen su actividad durante los meses fríos, pero con la llegada de inviernos más cálidos viven más tiempo y afectan a nuestros cultivos”.

El Huertecito, Madrid

Algunos agricultores de Madrid sufrieron enormemente las consecuencias de la Borrasca Filomena. En el caso de El Huertecito afirman que les complicó mucho la temporada, pues el temporal destrozó sus invernaderos, provocando que no pudieran desarrollar muchos de sus cultivos. Además, perdieron una parte de su producción que sencillamente tuvieron que tirar porque estaba congelada.

Más allá del hecho puntual que supuso la borrasca Filomena, este agricultor madrileño afirma estar muy preocupado por el aumento de la temperatura. “Lo que no es normal es que en enero se registren 16 grados. Y esto nos está afectando sobre todo en la polinización, porque hay insectos que salen más temprano y esto tiene una incidencia directa en el desarrollo de las plantas. Lo vemos, por ejemplo, en los calabacines y en las habas: como la planta no se poliniza bien se producen malformaciones. Esto hace que no podamos vender parte de la producción”, comenta José Manuel.

 

También declara verse afectado por los cada vez más recurrentes períodos de sequía. “Cuando hay mucha primavera sin llover, nos afecta enormemente. En la finca tenemos riego, pero también dependemos del agua que caiga del cielo”, sentencia. Palabras tan sencillas que, sin embargo, enmascaran el peso de un drama global.

Escrito por Flavia Laurencich, Responsable de la Colmena de Guinardó – Bons Focs (Barcelona) y de la Colmena Cala Romana – Can Stella (Tarragona).

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