Grupos de crianza: ¿Qué son? ¿Dónde encontrarlos?

Los grupos de crianza nacieron de la necesidad de muchas familias por autogestionarse. Ante una oferta insuficiente, de poca calidad o poco respetuosa con los principios de crianza de muchas madres y padres, estos decidieron organizar sus propios espacios de cuidado.

No es solo una manera de resolver un problema de horarios o conciliación si no que los grupos de crianza van mucho más allá y se convierten en un espacio donde las familias pueden compartir inquietudes, alegrías, información, consejos, etc. Si una palabra define bien la filosofía de los grupos de crianza es la de tribu. Los grupos de crianza dan respuesta a esa falta de comunidad que a veces echamos de menos cuando somos padres, y no porque no tengamos gente a nuestro alrededor que nos ayude y nos aprecie, sino porque no comparten una misma mirada hacia los más pequeños.

En las grandes ciudades, pero también en pequeños pueblos, han proliferado espacios autogestionados por las mismas familias. Colectivos de padres y madres que se organizan para cuidar de los hijos más pequeños. En algunos casos alquilan espacios donde poder acoger a los pequeños unas horas al día y estos quedan al cuidado de distintos padres y madres que se turnan o incluso de un cuidador o cuidadora al que remuneran entre todos. Un estilo de crianza respetuoso y cooperativista que cada vez coge más fuerza como alternativa a las guarderías.

También existen grupos de crianza repartidos por barrios y municipios en que las familias sencillamente se reúnen periódicamente para compartir experiencias y dudas y buscan respuestas o alternativas a situaciones que todos los padres y madres vivimos en un momento u otro. Estos espacios de diálogo en los que los pequeños también están presentes son muy valorados por las personas que participan en ellos por el grado de empatía que encuentran en sus compañeros y compañeras.

Beatriz Millán, experta en literatura infantil y caza lugares family welcome incansable, explica que cuando nació su primera hija, Martina, Entre Mamás, le cayó del cielo. “Lejos de vivir en una nube rosa de algodón, nuestros primeros días fueron difíciles” explica. Y es que la maternidad poco se parece a las idílicas estampas de revista a las que estamos acostumbradas. Beatriz recuerda como Claudia, la impulsora de Entre Mamás, la escuchó, la abrazó, le dedicó tiempo y le devolvió lo que más necesitaba: confianza. Esta abrumadora sensación de primeriza es más llevadera cuando se comparte sobre todo porque observamos que todas, en mayor o menor medida, vivimos un viaje similar.

Carla de Planetababetes, vivió la misma situación con su primer hijo: la sensación de colapso de apoderó de ella y encontró en el grupo de crianza un apoyo inestimable. Tanto que al año de esa experiencia decidió volcarse en ello y formarse para acompañar a otras madres que se vieran envueltas en esa vorágine de las primeras semanas. Con sus tres hijos creciditos continua a día de hoy formando parte de Moviment Nat, donde dirige un grupo de crianza y participa de distintas actividades y talleres que acompañan a las mujeres durante el embarazo y los primeros años. “Todas llevamos una mochila: la maternidad de anuncio con mujeres guapas, con casas preciosas e hijos rechonchos que maman y duermen, y no, la maternidad no es así”. Carla denuncia que socialmente no se habla del “lado oscuro” y que hay que acabar con este tipo de tabúes. “Los grupos de crianza son grandes espacios donde compartir, compartir y compartir”.

Patrícia y Elisabet empapelaron medio barrio de Poblenou buscando pares que quisieran participar en la organización de un grupo de crianza o escoleta diaria. Ante la insuficiente oferta pública y la tradicionalidad de las privadas de su zona decidieron liarse la manta a la cabeza y montar su propio centro, donde sus hijos compartieran con más niños del barrio unas horas al dia en los que jugar, aprender, ganar autonomía y descubrir el mundo. El tiempo se les vino encima, pero no tiraron la toalla y un año más tarde la escoleta de educación viva, La Cabana entraba en funcionamiento. Este es el primer año y ellas y las familias que participan no pueden estar más contentas: la implicación de adultos y pequeños es clave y es lo que hace rico el proyecto. “Nuestros hijos crecen felices, siguiendo su ritmo y su instinto y disfrutando cada minuto junto a sus amigos y amigas” explican. En La Cabana, también se generan espacios espontáneos de relación con las demás familias del barrio que quieren venir a compartir sus experiencias o inquietudes. Una vez por semana se abre el espacio para que aquellas familias que lo deseen disfruten del espacio y de la compañía. De nuevo, compartir, compartir, y compartir.

Artículo escrito por Alba Arnau, de Mammaproof

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